Digno de una película: el día que Lord Cochrane y las fuerzas chilenas robaron “La Esmeralda” a los españoles desde el Callao
Hace 105 años, un 5 de noviembre de 1820, las fuerzas independentistas chilenas completaron una operación arriesgada y épica, arrebatando a los españoles una de sus naves claves, facilitando la liberación de Perú por parte de San Martín.

Toma de la fragata Esmeralda por la Escuadra de Chile de Lord Cochrane por Charles Wood
El Almirante Thomas Cochrane, al mando de la Escuadra, concibió y ejecutó un plan de asalto nocturno para capturar la fragata realista “Esmeralda”, anclada en la bahía de El Callao. El factor determinante de la operación era la sorpresa, dada la protección que ofrecían las imponentes fortificaciones terrestres del puerto. La “Esmeralda” se encontraba en una posición fuertemente resguardada por quince lanchas cañoneras, dos bergantines de guerra, tres transportes armados, y las baterías en tierra. Además, el fondeadero estaba protegido por una percha flotante de madera y cadenas que solo tenía una única abertura para la navegación.
Para llevar a cabo la misión, el Almirante solicitó voluntarios, reuniendo sin dificultad a 240 marineros y soldados de marina de las dotaciones de la Escuadra. Cabe destacar que Cochrane se convirtió en ciudadano chileno el 11 de diciembre de 1818 a petición de Bernardo O’Higgins y fue nombrado vicealmirante, tomando el mando de la Armada chilena en la guerra de independencia de Chile contra España.

Admiral Lord Cochrane, pintado por James Ramsay en1830
El 4 de noviembre, el Almirante convocó a una reunión de comandantes en la nave insignia para ultimar los pormenores de la acción. Posteriormente, se reunió con todos los participantes para reiterar las órdenes y, a las 11 de la noche, se realizó un ejercicio de práctica del asalto. El día 5, se hizo circular una proclama entre los voluntarios instándoles a emular la valentía demostrada en las recientes tomas de Corral y Valdivia.
Una maniobra de engaño se ejecutó a pleno día. El maestre de señales de la fragata “O’Higgins” desembarcó en la isla San Lorenzo e izó una serie de señales, las cuales fueron inmediatamente respondidas por el resto de los buques chilenos que mantenían el bloqueo. Tras este intercambio, todas las naves, con la excepción de la “O’Higgins”, levaron anclas y se hicieron a la mar, dejando previamente a los asaltantes y sus catorce botes a bordo de la nave insignia. La estrategia fue exitosa, haciendo creer a los realistas que el grueso de los bloqueadores había zarpado a la caza de algún buque avistado, eliminando cualquier temor de ataque para esa noche.
El asalto comenzó a las 23.00 horas con el embarque en los catorce botes, los cuales se desprendieron de la fragata media hora después en dos columnas bajo el mando directo del Almirante. El desplazamiento hacia el objetivo se realizó en absoluto silencio. Al llegar a la posición de la “Esmeralda”, las embarcaciones abrieron sus líneas y rodearon la fragata.
El abordaje fue simultáneo: el Almirante Cochrane y el Comandante Crosbie treparon por estribor, mientras que el Comandante Guise lo hizo por babor. En el instante inicial, el Almirante fue golpeado con la culata de un vigilante, cayendo sobre uno de los botes, pero se reincorporó de inmediato, abatió al centinela y se unió al combate que ya se había desatado en cubierta. Animando a su gente que seguía abordando, gritó: “Arriba muchachos, la fragata es nuestra”.
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La tripulación española, sorprendida, intentó organizar una vigorosa defensa saliendo de sus entrepuentes. El enfrentamiento se tornó un cruento combate cuerpo a cuerpo con arma blanca. Pronto, las fortificaciones del puerto y las embarcaciones circundantes abrieron fuego contra la “Esmeralda”, desatando un cañoneo confuso cuyos proyectiles impactaban tanto a defensores como a asaltantes. Buques extranjeros que se hallaban en la bahía encendieron luces de neutralidad y se movieron para salir del alcance de la artillería.
Cochrane, herido en el muslo derecho por una bala, ordenó de inmediato que la fragata capturada encendiera luces de neutralidad similares a las de los buques extranjeros. Esta maniobra redujo el castigo de los disparos provenientes de las baterías terrestres. El Almirante se limitó a vendar su herida fuertemente con un pañuelo, asistido por el Guardiamarina Délano.
La resistencia organizada de la tripulación realista, que se había reagrupado en el castillo de la fragata, cesó a la tercera embestida de los asaltantes, después de haber luchado por más de diecisiete minutos. Los sobrevivientes se rindieron, refugiándose en los entrepuentes, o se arrojaron al agua. El Comandante Guise ordenó cortar las amarras, y la “Esmeralda” comenzó a moverse de su fondeadero, tardando casi una hora en salir del alcance de las baterías debido a la calma del viento.
El balance de la operación reportó once muertos y treinta y un heridos en las fuerzas asaltantes. De los 330 tripulantes de la “Esmeralda”, 204 fueron capturados, y 126 murieron en combate o se ahogaron. La fragata se reunió con la “O’Higgins” al amanecer.
El Almirante Cochrane despachó un parte oficial al General San Martín, quien lo felicitó por la audacia del suceso y, aunque propuso grabar el nombre de Cochrane en la popa del buque capturado, se acordó nombrarla “Valdivia”. Adicionalmente, se logró un canje de prisioneros que permitió rescatar a chilenos retenidos en las fortalezas españolas.
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