FOTO. Hombre persigue a personas con un martillo y causa pánico en el “Subte” de Buenos Aires

En el subsuelo porteño el tiempo corre distinto: los minutos entre formaciones pueden ser eternos cuando el miedo se instala. Eso sintieron trabajadoras y pasajeras de la Línea A del subte de Buenos Aires, que en las últimas semanas denunciaron una sucesión de hostigamientos y amenazas por parte de un hombre en situación de calle que, según los relatos, lanza insultos y muestra herramientas —un martillo, sobre todo— como forma de amedrentar. Los episodios, dispersos en varias estaciones, dejaron pánico y una pregunta sin respuesta rápida: ¿quién cuida a quién en los túneles?

La secuencia tuvo un punto de quiebre el 24 de julio por la noche, cuando la Policía de la Ciudad detuvo a un sospechoso de 31 años, robusto, que merodeaba en estación Miserere. Fue durante patrullajes de la División Subte A y B. Mientras los agentes lo identificaban, una empleada de Emova —la concesionaria— se acercó para avisar que el hombre la había amenazado días antes y que ya había radicado una denuncia el 18 de julio en la Comisaría Vecinal 6-B. La causa quedó en la Fiscalía PCyF N°26, a cargo del fiscal Luis Arnaudo.

La denuncia reconstruye el incidente del 10 de julio en estación Puán: una pasajera llegó a ventanilla denunciando insultos y agresiones verbales sin motivo. La trabajadora salió a verificar y, entonces, el sujeto se abrió el abrigo y mostró un martillo, acompañando el gesto con amenazas. Ocho días después, la empleada formalizó la presentación policial.

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Con esos antecedentes, y por instrucción de la Unidad de Flagrancia Oeste (fiscal Ezequiel Gradella), los agentes detuvieron al hombre por hostigamiento. A la trabajadora le entregaron un botón antipánico. El sospechoso fue derivado a la Oficina Central de Identificaciones y se inició la causa contravencional. Poco después quedó en libertad y, por ahora, no fue nuevamente localizado, señala Infobae.

Emova confirmó la situación: recomendó a las colaboradoras radicar las denuncias y brindó acompañamiento; además, solicitó la intervención policial para reforzar la seguridad en instalaciones. En paralelo, desde la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP) avalaron los relatos y señalaron que el hombre deambula por la Línea A desde hace dos o tres años, con presuntos problemas de salud mental. Aseguran que agredió a personal —en Loria, escupió a una trabajadora— y que incluso pasajeros lo golpearon en otras oportunidades, sin que eso impidiera su regreso a las estaciones.

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El caso expone una zona gris donde confluyen seguridad pública, salud mental y condiciones de trabajo. En los andenes, la solución punitiva —detener, liberar, volver a empezar— funciona como un torniquete flojo: no corta el sangrado. El gremio habla de un problema de atención sanitaria “del que nadie se hace cargo”. Las trabajadoras piden, además de presencia policial, protocolos claros, asistencia psicológica y medidas de exclusión que no se evaporen con el siguiente tren.

Mientras tanto, el subte sigue su rutina: puertas que se cierran, campanas que suenan, altavoces que ordenan “¡Aléjese de la línea amarilla!”. En esa franja mínima entre el borde y el vacío, la confianza es también un servicio esencial.