• 23 DIC 2025

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FOTOS Y VIDEOS. Un paraíso ecológico: construyen casa con 8.000 botellas de vidrio para enfrentar residuos y presión turística

La casa incorpora muros de vidrio y madera reciclada y busca incidir en debates sobre vivienda y economía circular.

Captura de pantalla Instagram @casadesal.eco / Mario Andrés Vergara Escobar

En la isla de Itamaracá (Pernambuco), declarada Área de Protección Ambiental, Edna y Maria Gabrielly Dantas impulsaron una respuesta local frente a los residuos que deja la temporada alta: construyeron la Casa de Sal, una vivienda hecha con más de 8.000 botellas de vidrio recolectadas en playas y alrededores. La iniciativa surge ante la creciente presión urbanística y el turismo masivo, que han incrementado la basura, especialmente envases de vidrio.

Edna, educadora socioambiental de 55 años, creció en el Agreste brasileño —zona semiárida con dificultades históricas de acceso al agua— en un entorno donde reutilizar fue práctica cotidiana. Esa mirada la transmitió a su hija Maria Gabrielly, diseñadora de moda sostenible de 27 años. Ambas destacan además su herencia quilombola e indígena, con un vínculo cultural estrecho con el territorio.

La idea tomó forma durante la pandemia, al observar la acumulación de desechos tras los fines de semana y feriados. En dos años levantaron una estructura de madera reciclada y muros de botellas ensambladas, incorporando tabiques con pallets y tejas fabricadas con tubos de pasta de dientes. La vivienda cuenta con siete habitaciones; el primer módulo, de 20 m², funcionó como taller de costura mientras se ejecutaba la obra.

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El proceso implicó austeridad y adaptación: durante el primer tramo de construcción no contaban con baño convencional y realizaron tareas básicas en condiciones precarias. Pese a ello, priorizaron la gestión de materiales y el desarrollo de técnicas propias para integrar vidrio y otros residuos a los elementos estructurales y de cerramiento, con énfasis en aprovechamiento térmico y durabilidad.

El proyecto también funciona como crítica social. En un país con brechas habitacionales relevantes, iniciativas de autoconstrucción con residuos interpelan a políticas públicas sobre derecho a la vivienda y gestión de desechos. Las autoras subrayan que las botellas permanecen en el ambiente si no hay regulación o incentivos de reutilización, especialmente en zonas turísticas donde el consumo se intensifica.

La experiencia evidenció barreras de género en un ámbito tradicionalmente masculino. Según relatan, al contratar apoyo puntual, algunos operarios intentaron corregir o imponer criterios, minimizando la capacidad técnica del equipo liderado por mujeres. Para las impulsoras, la obra demuestra que el diseño, la logística y la gestión de residuos requieren planificación y técnica, más allá de la percepción de “manualidades” o soluciones improvisadas.

En paralelo, Casa de Sal plantea interrogantes sobre la replicabilidad del modelo: dónde conseguir insumos, qué protocolos de seguridad aplicar en obra, y cómo dialogar con normativas locales en áreas protegidas. Para Edna y Maria Gabrielly, el objetivo es incidir en la discusión sobre economía circular y turismo responsable, demostrando que la reutilización a escala doméstica puede retirar residuos del entorno y reducir costos de edificación.

El proyecto continúa en ajuste y mantenimiento, con talleres comunitarios para separación de residuos, clasificación de vidrio y reaprovechamiento de materiales. Su aspiración es que la vivienda sirva como laboratorio abierto para prácticas de construcción sostenible en contextos costeros con alta presión turística.

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