Dan a conocer detalles de primera denuncia contra el sacerdote Felipe Berríos
Este sábado se vence el plazo de la investigación canónica que busca comprobar los hechos en denuncias por "hechos de connotación sexual" contra el jesuita.

Este sábado 20 de agosto termina el plazo que tenía la abogada María Elena Santibáñez para entregar los resultados de la investigación previa a las denuncias contra el sacerdote jesuita Felipe Berríos. En este marco, se revelaron detalles de la primera acusación en la que se le imputan «hechos de connotación sexual» al sacerdote.
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Respecto al caso, fue el 29 de abril que una mujer denunció ante la Compañía de Jesús haber sido víctima de abusos cuando era menor de edad por parte de Berríos. De esta forma, el día 2 mayo el órgano religioso ordenó la investigación a la abogada Santibáñez para comprobar los hechos y enviar una denuncia directamente al Vaticano.
Cabe señalar que, el 30 de mayo, el sacerdote se autodenunció ante el Ministerio Público con el objetivo de transparentar la investigación de la denuncia en la justicia canónica. Para ese entonces, el cura señaló que «los cargos no eran ciertos».
En tanto, desde el despacho jurídico de la Fundación para la Confianza dijo recibir nuevas acusaciones que destapan las acciones inapropiadas y dañinas con menores de edad.
La primera denuncia contra Berríos
Ayer se dieron a conocer detalles que hasta hoy se desconocían de la investigación. A través de La Tercera, donde se señala que la primera denunciante hoy tiene 32 años y que por medio de intensas sesiones de terapia logró recordar situaciones abusivas cuando era menor de edad.
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La víctima indica que Berríos era una persona cercana a su familia «convirtiéndose en el confesor y guía espiritual de mis abuelos, mi mamá y otra tía, quienes lo consideran un gran amigo», consta en la denuncia.
Se detalla que, en una ocasión el cura le acarició la rodilla a la víctima durante una conversación la que «derivó en mi inconformidad con mi cuerpo, en lo insegura que me sentía frente al mismo», indicó la mujer y agregó que «en un momento me pidió que me pusiera de pie. Él siguió sentado en su silla y empezó a realizar tocaciones con sus dos manos en mis brazos, abdomen, muslos y glúteos, en virtud de su posición de poder y la vulnerabilidad en la que yo me encontraba. Me hizo darme vuelta mientras seguía pasando sus manos y diciéndome: ‘Pero si estás súper bien’. Luego me dio una palmada en los glúteos y me volví a sentar. Al final del encuentro, el denunciado me absolvió de mis pecados, como se hace en una confesión católica«, expone.
«Comienzo a sentir como si tuviera su vello púbico en mi cara (…) veo imágenes de sus piernas desnudas, me veo sentada al lado de él, sobre una cama o sillón, yo chica, a los siete u ocho años», recuerda la víctima quien, en 2021, comenzó con terapias intensas que la hicieron acordarse de hechos graves ocurridos cuando era niña y asistía a la sacristía del Colegio San Ignacio El Bosque.
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