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“La vida es como una bicicleta”: la fórmula de Albert Einstein para superar la adversidad

El padre de la relatividad utilizó un principio mecánico simple —el momento angular— para consolar a su hijo.

Referencial.

Referencial.

Es una de las citas más reproducidas en la cultura popular, impresa en camisetas, tazas y compartida millones de veces en internet. Sin embargo, detrás de la frase “La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote”, se esconde una historia íntima, paternal y dolorosa que el diario La Razón ha rescatado en su edición de hoy.

Aunque a menudo se le atribuye a conferencias o escritos académicos, el origen de estas palabras se encuentra en una carta privada fechada el 5 de febrero de 1930. El destinatario no era un colega científico, sino su hijo menor, Eduard “Tete” Einstein.

Un consejo de padre a hijo

En aquel momento, Eduard tenía 20 años y comenzaba a enfrentar serias dificultades de salud mental que más tarde serían diagnosticadas como esquizofrenia. Einstein, quien vivía en Berlín mientras su hijo residía en Zúrich con su madre, Mileva Marić, escribió la misiva intentando ofrecer consuelo y una perspectiva de resiliencia ante la crisis que atravesaba el joven.

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La frase original en alemán, “Beim Radfahren hält man das Gleichgewicht nur, indem man sich bewegt” (Al andar en bicicleta, uno mantiene el equilibrio solo moviéndose), utilizaba una analogía física simple para explicar una verdad psicológica compleja: la parálisis y el estancamiento son los enemigos de la estabilidad mental.

La física de la esperanza

El artículo destaca cómo Einstein recurrió a su comprensión del mundo físico para explicar el mundo emocional. Al igual que una bicicleta se vuelve inestable cuando pierde velocidad debido a la falta de momento angular y fuerzas giroscópicas, la vida humana tiende a desmoronarse cuando se detiene el propósito o la acción.

Para Einstein, “seguir adelante” no significaba ignorar los problemas, sino evitar quedarse atrapado en ellos. La inercia del movimiento es lo que permite sortear los obstáculos; detenerse a mirar la rueda es la forma más segura de caer.

Un legado que trasciende la ciencia

Casi un siglo después, estas palabras resuenan con más fuerza que nunca. Lo que comenzó como un intento privado de un padre por animar a su hijo vulnerable se ha transformado en un lema universal de superación.

A pesar de que la vida de Eduard fue trágica —terminó sus días en una institución psiquiátrica—, la carta de su padre perdura como un recordatorio de que, ante la adversidad, la única opción viable es pedalear, avanzar y confiar en que el propio movimiento nos sostendrá.

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