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Así saboteas tu sueño sin saberlo: cómo dormir lo mejor posible, según la ciencia

Dormir es parte fundamental de nuestra vida, no por nada pasamos casi un tercio de ella con los ojos cerrados, por eso, hacerlo de manera correcta es fundamental para nuestra salud.

Así saboteas tu sueño sin saberlo: cómo dormir lo mejor posible, según la ciencia

Así saboteas tu sueño sin saberlo: cómo dormir lo mejor posible, según la ciencia / Maria Korneeva

Entre cintas para la boca, mantas pesadas y almohadas “anti-insomnio”, el consejo para dormir abunda… y no siempre funciona. Investigadores advierten que los “hacks” virales y los dispositivos caros pueden frustrar y retrasar la búsqueda de ayuda real.

La alternativa con más respaldo es volver a lo básico: respetar cómo funcionan nuestros relojes biológicos (ritmos circadianos), un sistema de cronómetros internos que coordina digestión, defensas y, por supuesto, el sueño. Para sincronizarse bien, estos relojes necesitan señales diarias claras: luz del día, rutinas estables y noches oscuras, señala la revista Nature.

1) Contrastes de luz: días muy luminosos, noches realmente oscuras

La luz —sobre todo la azul del cielo— es el principal “ajustador” de nuestros ritmos. El problema moderno: pasamos el día bajo iluminación interior tenue (100–250 lux) cuando la luz exterior, incluso con nubes, supera fácilmente los 10.000 lux. Resultado: ritmos flojos y melatonina nocturna menos robusta. Durante el día, busca luz abundante (sal a caminar, trabaja cerca de ventanas o usa lámparas que imiten la luz diurna). Por la noche, baja brillo y temperatura de color en lámparas y pantallas; si necesitas levantarte, usa luces ámbar de baja intensidad. Importa el contraste: más luz diurna te vuelve menos vulnerable a la luz nocturna ocasional y favorece un sueño más profundo.

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2) Horarios de comida: calorías agrupadas y temprano

Tus órganos también “llevan la hora”. El cuerpo está mejor preparado para procesar calorías entre media mañana y primeras horas de la tarde. Comer tarde desincroniza relojes periféricos (hígado, riñones), eleva la temperatura corporal, sube la glucosa y puede fragmentar el sueño (hola, viajes nocturnos al baño). Una regla sencilla: desayuno fuerte, almuerzo adecuado y cena ligera al menos tres horas antes de acostarte, sin picoteos calóricos después.

3) Calidad de la dieta: menos ultraprocesados, más plantas

Mucho azúcar y grasas saturadas se asocian a sueños más livianos y entrecortados. La cafeína puede afectar hasta 6–8 horas después; el alcohol “duerme” rápido pero deteriora la calidad del sueño. En positivo, incluir más frutas, verduras y frutos secos durante el día (por ejemplo, nueces, que elevan la melatonina) se ha vinculado con menor fragmentación del sueño y mejor descanso.

4) Coherencia de horarios: rutina > perfección

Acuéstate y levántate a horas similares, también el fin de semana. Cambios bruscos (el “jet-lag social”) degradan rendimiento, ánimo y tiempo de reacción, y a largo plazo elevan riesgos cardiometabólicos y neurológicos. La consistencia no tiene que ser milimétrica: una “ventana” de 30–60 minutos ya ayuda.

5) Expectativas realistas y personalización

La sensibilidad a la luz y a los horarios varía entre personas (edad, sexo, color de ojos, contenido que consumes en pantalla, etc.). Empieza por los básicos y ajusta: más luz natural diurna, menos luz por la noche, comidas más tempranas y regulares, y un horario de sueño estable. Si pese a aplicar estas pautas mantienes insomnio, somnolencia diurna excesiva, ronquidos con pausas, piernas inquietas o despertares frecuentes, consulta a un profesional del sueño: hay tratamientos eficaces y basados en evidencia.

Checklist rápido para esta semana

  • 20–30 minutos de luz exterior por la mañana (idealmente antes de las 10).
  • Cena ligera, terminada ≥3 h antes de dormir; evita alcohol cerca de la hora de acostarte.
  • Modo noche en pantallas desde 2 h antes; luces cálidas y tenues en casa.
  • Horario de sueño consistente (±30–60 min), también sábado y domingo.
  • Más plantas en el plato: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y un puñado de frutos secos.

Pequeños cambios sostenidos —más luz natural de día, menos luz y calorías de noche, y horarios más estables— suelen rendir más que cualquier gadget. Tu reloj interno te lo va a agradecer.

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