Se encogió tu polera favorita: la ciencia tiene un método casero para “desencoger” tu ropa
Las escamas de queratina se entrelazan con fricción y calor; la solución es lavado suave y secado en plano.

Se encogió tu polera favorita: la ciencia tiene un método casero para “desencoger” tu ropa / Westend61
Las prendas se encogen por cómo están hechas sus fibras y por la forma en que el tejido responde al agua, el calor y la agitación del lavado. En fibras vegetales como algodón y lino, la estructura natural es irregular y arrugada. Durante la fabricación, esas fibras se estiran y alinean; además, se forman enlaces de hidrógeno entre cadenas de celulosa que dan cohesión al hilo. Cuando la prenda entra en contacto con agua y movimiento, esa “memoria” de la fibra tiende a relajarse y a volver a un estado más corto y arrugado: la tela se contrae.
En el lavado, el aumento de energía por la temperatura hace que las fibras vibren más y se alteren los enlaces de hidrógeno que las mantenían estables. La celulosa es hidrófila (atrae el agua), por lo que las moléculas de agua penetran y hinchan la fibra, volviéndola más flexible y móvil. Si a eso se agregan rotación y torsión del tambor, el conjunto de hilos se reacomoda a una longitud menor. El tipo de tejido también importa: los puntos sueltos (tejidos de punto) encogen más que los tejidos apretados (tela plana) porque hay más espacio para el movimiento.
No es solo el agua caliente. Aunque el efecto es mayor con altas temperaturas, el agua fría también puede hinchar las fibras y, con la agitación, causar encogimiento (en menor grado). Para reducir el riesgo en algodón o rayón, conviene lavar en frío, usar ciclo delicado y baja velocidad de centrifugado. Ese ajuste limita el movimiento de las fibras y ayuda a mantener la forma original, publica ScienceAlert.
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La lana responde distinto. Es una fibra proteica (queratina) con escamas cuticulares en su superficie. Durante el lavado, esas escamas se abren y se entrelazan entre sí, provocando afieltrado: la prenda se vuelve más densa y pequeña. Por eso, el encogimiento de la lana es más brusco y difícil de revertir si hubo calor, fricción y cambios de pH simultáneos.
Los sintéticos (poliéster, nailon) encogen menos porque sus polímeros tienen regiones cristalinas que funcionan como “esqueleto” interno, con gran estabilidad dimensional. Además, existen telas resistentes al encogimiento por diseño (mezclas natural–sintético) e incluso polímeros con memoria de forma que reaccionan a cambios de temperatura o humedad. Esto no debe confundirse con las fibras elásticas (como en ropa deportiva), cuya “recuperación” proviene de su alta elasticidad, no de memoria estructural.
Cuando una prenda ya se encogió, se puede intentar un “rescate” parcial: sumergirla en agua tibia con acondicionador capilar o champú de bebé (1 cucharada por litro), dejar actuar y estirar con suavidad hasta recuperar la forma; luego secar en plano o con ligera tensión. Los surfactantes catiónicos del acondicionador lubrican temporalmente las fibras, facilitando su reacomodo. Este método no revierte contracciones extremas, pero a menudo recupera parte del tamaño perdido.
Como regla práctica, para prevenir encogimiento: lava en frío, elige programas delicados, evita secadora en fibras sensibles (o usa calor bajo), seca en plano las lanas y lee las etiquetas de cuidado. En prendas nuevas, un lavado previo suave y el secado al aire ayudan a estabilizar el tejido.
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