Opinión | «La Cacería»: Ficcionando con calidad internacional (y con spoilers)
La serie, recientemente estrenada en Mega, reúne las condiciones para transformarse en una propuesta atractiva y con proyección fuera de las fronteras locales.

Por Valentín "Tin" Romero
En una época donde las series –desde Pablo Escobar hasta Luis Miguel- se involucran cada día más y mejor en la no-ficción con licencias dramáticas, "La Cacería", recientemente estrenada en Mega, reúne todas las condiciones para transformarse en una propuesta atractiva y con proyección fuera de las fronteras locales.
Dirigida por Juan Ignacio Sabatini, hijo del célebre director de teleseries que ya corre con vuelo propio y un buen catálogo de realizaciones ("Los archivos del cardenal" y "Zamudio", entre otras), y basada en la investigación de Rodrigo Fluxá sobre el asesino serial Julio Pérez Silva para el libro "Los malos" (2015), la serie elige enfocarse en su primer capítulo en presentar personajes y apenas esbozar los elementos dramáticos en los que tendrá que afirmarse el guión -a cargo de Enrique Videla y el mismo Fluxá-, si quiere trascender de la recreación, generar expectativa y volverse una serie memorable.

"La Cacería" se cuenta desde los ojos del comisario César Rojas (Francisco Melo), enviado a investigar las desapariciones de niñas en la inhóspita Alto Hospicio, y de Juan Ávila, un padre de familia contenido pero siempre al borde (Jaime Omeñaca) que una mañana despide a su hija Valeria (Rocío Toscano) rumbo al colegio sin volver a verla y sin que la policía tenga el menor gesto de humanidad con su desesperación.
Con una galería de secundarios diseñada para ir in crescendo y una mirada claustrofóbica del extremo norte de Chile, la tensión del capítulo debut crece hasta que, en medio de la búsqueda de pistas y el descubrimiento de una oscura red de tráfico y trata de personas, termina en una escena de acción protagonizada por Rojas y su asignado asistente Carrasco (Gastón Salgado) que se inscribe entre lo más sobresaliente que se ha producido en la ficción local reciente.
Donde la serie aún no se revela es en su registro emotivo. Y es precisamente ése el riesgo de naufragio en una historia donde no hay spoilers posibles porque ya sabemos en lo que va a terminar. Cuando narraciones de alcance internacional brillan en el "cómo" y en el vínculo emocional con sus personajes, "La Cacería" aún se concentra en recrear el registro documental y no deja claro con quién puede encariñarse el público.
¿Con Rojas, el comisario aparentemente castigado en Alto Hospicio, pero más habiloso que el policía cuadrado y resignado a irregularidades (y cuya interpretación por momentos opaca al mismísimo Melo)? ¿Con Andrea, la funcionaria del Sename (Valentina Mühr), fría pero consagrada a ayudar a las niñas en riesgo? (su inminente triángulo amoroso con Rojas y el político es la línea argumental que más promete). ¿Con el papá de la niña desaparecida, que pese a los esfuerzos de la historia, nunca se desarma? Está por verse. La escena final del padre frente a la fotocopiadora sacando afiches de "se busca" con el rostro de su hija pudo ser devastadora y no alcanzó.

Con un arranque enérgico que no descuidó detalles de la reconstrucción de época de los tempranos 2000s (quizás la única falla fue el taxi con patente de cuatro letras), el estreno destaca por una fotografía impecable, una musicalización precisa y el compromiso con un género poco explorado en Chile: el policial.
Queda como deuda a desarrollar tras el capítulo de presentación la construcción de los héroes (con fallas, como deben ser los héroes en la "Edad de Oro" de la televisión) y de los elementos de ficción que trascienden la historia que ya conocemos todos.
"La Cacería" pavimenta un camino, sobresale por su factura y apuesta a incomodar y pagar una deuda histórica de la televisión local: la escasez de series de género.
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