Attilio Cremonesi y la Filarmónica de Santiago: maestría y revelación
El director invitado presentó un concierto sinfónico en el Municipal.

Álvaro Gallegos
Luego de liderar un estupendo "Don Giovanni" en el Municipal, el maestro italiano Attilio Cremonesi, en su condición de director principal invitado de la Filarmónica de Santiago, realizó un bien logrado concierto junto a la orquesta. Obras de Mozart, Beethoven y Spohr, asociados respectivamente a la anunciación, el origen y la consolidación del romanticismo musical decimonónico, fueron su oferta, donde la novedad fue la presencia de Louis Spohr y su Tercera Sinfonía, que ocupó la segunda parte.
Aclamado en su tiempo como compositor e intérprete, y sumamente prolífico en su legado, Spohr ha ido desapareciendo de los repertorios desde hace un siglo quizás, y el escuchar esta sinfonía de 1828 nos da algunas luces del porqué. Y es que esta obra en particular sufre de desbalance.
Luego de un relativamente firme primer movimiento, llega un Larghetto que resulta empalagoso por su reiteración, y lo limitado que es el desarrollo de su material. El Scherzo resulta algo mejor, hasta que el Finale se asoma como una ampulosa imitación beethoveniana que no logra despegar.
La orquesta, eso sí, hizo un trabajo de excelencia técnica, con un Cremonesi comprometido en realzar la partitura, y a quien se agradece (si es que fue su idea) el mostrar una obra no habitual en vez de piezas repetidas hasta el cansancio en las temporadas de la OFS.
Aquella buena química entre músicos y director se vivió también en la primera parte, cuya atracción fue el Concierto para Oboe de Mozart, junto a Jorge Pinzón, el solista en este instrumento de la orquesta y muestra del buen contingente con que cuenta la agrupación.
La interpretación de Pinzón estuvo llena de gracia, de un vívido frescor, sin buscar lucirse de más, y en total sintonía con el acompañamiento de sus colegas. Más aun, las cadenzas fueron de una irresistible exquisitez sonora.
Igualmente lúcido fue el inicio de la velada con la Obertura "Coriolano" de Beethoven, donde la transparencia clásica fue de la mano con la cuota justa de dramatismo, y dejando en claro la autoridad de Cremonesi en la interpretación del clasicismo y el romanticismo temprano.
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