Juanes apenas pudo contener la emoción en vibrante concierto en Cuba

El concierto "Paz sin fronteras" fue el acontecimiento que se esperaba, superó el éxito de público que se preveía y ofreció la tregua que casi todos deseaban: un tremendo espectáculo donde se presentaron artistas de la talla de Juanes, Miguel Bosé, Silvio, los Orishas, Van-Van, Víctor Manuel y Olga Tañón en la mítica Plaza de la Revolución en La Habana, Cuba.

El público fue ese "mar de gente libre de tormentas" del que el cantante de Orishas, Roldán González, había hablado en la víspera. Ni rayos ni truenos pese a los núcleos borrascosos situados a 90 millas, en Florida; sólo las olas del personal meciéndose con sus bailoteos y jaleando a los artistas.

Y mucho calor: del humano y del otro. La mayoría de los espectadores, ya desentrenados de los largos discursos de Fidel y refugiados en paraguas a modo de sombrilla, soportaron como campeones los treinta y pico grados. Pero decenas de desmayados, tal vez cientos, tuvieron que ser atendidos en ambulancia.

El público se entregó desde la primera nota. A las dos en punto salieron los músicos a saludar, y estalló la gritería. Antes de abrir el concierto con sus merengues y bachatas, la puertorriqueña Olga Tañón subió aun la temperatura con su "abrazo al mundo desde Cuba" y su llamamiento general a "cambiar", que formuló en inglés de parte de Juanes y sus amigos: "It’s time to change".

La cantante recordó la presencia allí mismo del papa Juan Pablo II hace once años, cuando pidió a Cuba que se abriera al mundo y a la inversa. Recordó a los exiliados, incluso "a los que no nos han apoyado", y envió a una niña de Miami "saludos de parte de tu papá, que no te ve hace veinte años…". La emoción cubana se desbocó entonces a voz en cuello.

La música, los vatios y la adrenalina formaron el cóctel perfecto de todo gran concierto, sólo que en un lugar, un momento y una oportunidad incomparables.

Pero cada cual disfrutó y explotó esa singularidad a su manera. Lo que movía a la mayoría de los espectadores con que hablamos era ver en vivo a quince cantantes y grupos cuyas canciones suelen compartir a través de los discos, memorias flash y mp3 que aquí circulan con más fluidez que la brisa del malecón. "¡Esto es lo más grande, lo máximo que me ha pasado en Cuba en una pila de años!, decía Maylón Rodríguez, declarado fan de Juanes de 17 años. "La idea y los motivos están genial. La paz. Superguay. Pero lo que más nos tira es que un montón de artistas extranjeros y de aquí se reúnan para cantarnos. Queremos la paz, pero también socializar, beber, disfrutar. ¡Es así, asere (tío). Y más nada!".

Miles de cubanos llegaron de otras provincias en guagua o camión y hubo turistas que alteraron sus planes para no perdérselo. Como la colombiana Luz Amparo Medina y media docena de compatriotas que en principio regresaban a Bogotá ayer tras unos días de vacaciones: "No somos superfans de Juanes, pero lo que ha hecho es chévere y había que estar aquí", nos dijo Amparo.

Los músicos vieron cumplida su misión. Juanes, líder del show y ganador de 17 Grammy latinos, fabricó la apoteosis adecuada al cantar a dúo con Bosé un tema dedicado a las familias cubanas desgarradas. Y el español triunfó cuando dijo: "La guerra es una mierda".

La organización del concierto fue posible gracias a una tácita tregua entre Cuba y EE.UU. Washington facilitó al máximo el transporte de los equipos de sonido desde Miami. "Eso ya fue un entendimiento", opinó el manager de Juanes, Fernán Martínez. Las autoridades cubanas favorecieron el concierto sin enfangarse demasiado en peleas con Miami. Así, silenciosamente, capitalizaron el éxito del concierto; de la música en paz.

La Vanguardia