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Cristian Garín y las mil personalidades en el mundo del tenis

Completo analisis de "El que más sabe" sobre lo que ha hecho el número uno de Chile en España en relación a la mentalidad de los jugadores.

Cristian Garín y las mil personalidades en el mundo del tenis

Cristian Garín y las mil personalidades en el mundo del tenis / Quality Sport Images

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Tan buenos como distintos.

Gastón Gaudio, el «Gato», campeón de Roland Garros 2004 y exnúmero cinco del mundo fue un jugador de elite. Poseedor de un revés a una mano tan clásico como demoledor, tenía un gran problema: no disfrutaba del tenis. Cuando se retiró dijo que se sacó un gran peso de encima.

Lo del argentino es solo un ejemplo cercano, pero el caso el más icónico lo encarna el ocho veces campeón de Grand Slam, Andre Agassi, a quién su padre obligó a entrenar en exceso y ser tenista.

El «Kid de las Vegas», pese a su extensa y prolífica carrera, nunca pudo sustraerse de aquellas ataduras y relató su proceso con lujo de detalles en el libero «Open», su autobiografía.

Nick Kyrgios representa un caso contemporáneo de que el gusto por el tenis no es necesariamente un sentimiento profundo y arraigado.

En 2016, el australiano declaró que practicaba este deporte porque tenía que trabajar en algo, y «pegarle a la pelota con una raqueta me permite ganar buen dinero».

Y no es el único, ya que a comienzos de 2020 el kazajo Alexander Bublik dijo lo mismo en una entrevista con «L’Equipe».

Entrar en la cabeza de un tenista es un ejercicio complejo, pues se trata de un deporte extremadamente individualista, aunque detrás hay un equipo de trabajo y se establecen amistades profesionales con algunos colegas.

Los jugadores, además, integran un universo multicultural aglutinado bajo una misma profesión.

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Goran Ivanisevic, excampeón de Wimbledon a comienzos de los noventa, dijo que en su mente convivían tres personalidades: el bueno, el malo y el de emergencia. Este último, según el croata, afloraba en los momentos críticos y muchas veces lo sacó de apuro.

En la vereda opuesta de Agassi, Gaudio y Kyrgios hay otros que aman tanto al tenis que juegan sin mirar la cuenta corriente, y sin que les importen su edad ni los resultados.

El español Tommy Robredo fue número cinco del mundo y ha ganado más de trece millones de dólares, pero a los 38 años y fuera de los 200 primeros del ránking, lo sigue intentando. Al hispano no le importa el qué dirán, ni viajar de challenger en challenger ni ganar muchos partidos. Es su decisión, es su vida.

Plenamente vigentes siguen no pocos veteranos en el tour. Roger Federer, a tres meses de cumplir los 40 años, continúa siendo top ten. Rafael Nadal cumplirá 35 años durante Roland Garros y Novak Djokovic está a pocos días de enterar los 34.  Los tres, vaya coincidencia, disputan el cetro del más grande de todos los tiempos.

Y no son los únicos, pues entre los cien primeros todavía figuran Stan Wawrinka (36 años), Gilles Simon (36), Jo Wilfried Tsonga (36), Fernando Verdasco (37) y Feliciano López (39). Ninguno juega por dinero: lo hacen por pasión y por trascender. Y en el caso del «Big 3», por agrandar su leyenda. Admirable.

Lo repetimos. Entrar en la cabeza de un tenista es un ejercicio complejo.

Algunos trabajan con sicólogos deportivos, mientras que otros no lo consideran necesario o ni siquiera se lo plantean. Cada jugador se mueve por el circuito con sus códigos, convicciones y personalidad.

Alguna vez al ecuatoriano Nicolás Lapentti le recomendaron no ser tan buena persona para convertirse en un mejor jugador. Ganó cinco torneos, fue sexto en el ranking de la ATP y estuvo en el Campeonato de Maestros de 1999.

La pandemia de coronavirus puso a prueba a los jugadores y su dureza sicológica.

Hubo quienes asimilaron bien el encierro, las restricciones de las estrictas burbujas de la ATP y Grand Slam y el jugar sin público, Y hay otros para quienes esa vida se convirtió en un trance insufrible.

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Para Gael Monfils, por ejemplo, las actuales condiciones son una pesadilla. El tenista galo ha jugado poco y nada en los últimos meses y no gana un partido desde febrero de 2020, cuando alcanzó la final del ATP de Dubai.

En contraste, Dominic Thiem festejó su primer título de Grand Slam luego de someterse a una estricta burbuja en Nueva York, donde el Court Arthur Ashe fue mudo testigo del momento más importante de su carrera. Uno de los pocos presentes fue su técnico Nicolás Massú, quien confesó que estar encerrado dos o más semanas no reviste problema alguno. Los resultados están a la vista.

No es fácil estar en la cabeza de un tenista.

De los nuestros, Gonzalo Lama es un ejemplo de lucha y perseverancia. Este año ganó dos Futuros, hizo cuartos de final en el Challenger de Santiago y ha tenido una continuidad como hace tiempo no experimentaba. Pero no logra reinsertarse aún entre los 500 primeros del ránking ATP.

La última semana de abril se lesionó la muñeca derecha en las clasificaciones del Challenger de Salinas 2, justo un día antes de su cumpleaños. Cuando un jugador pierde en la primera ronda de qualy de un Challenger no gana ni puntos ni dólares. Es pura pérdida, en todo sentido. Hay que tener la cabeza fría y el cuero duro para aceptar ese tipo de frustraciones. Lama en eso, dicta cátedra.

De seguro, Cristian Garín no lo pasó bien tras el ATP de Estoril. Había ganado dos partidos en tres torneos de la gira europea de arcilla, la superficie en la que mejor se desenvuelve y en la que obtuvo sus cinco títulos.

La campaña hasta ese momento estaba bajo sus expectativas y tuvo que hacer ciertos ajustes para volver a ganar y recuperar la confianza. En ese momento, reaparecieron los observadores que aseguran que no lo pasa bien en la cancha ni pone la energía que corresponde.

Uno que ha seguido a «Gago» desde que era juvenil sabe que su lenguaje corporal no cambia mayormente ganando o perdiendo.

Son sus formas, su personalidad. En el Masters 1000 de Madrid afinó su derecha, sacó mejor y se desplegó a sus anchas. Ese es su tenis y la imagen que todos queremos ver y disfrutar. No le pidamos que se ponga a gritar los puntos, lo que sería una impostura.

Bien por el número uno de Chile y su gran semana en la capital española.

A los tenistas no hay que entenderlos, hay que aceptarlos. No es fácil estar en su cabeza.

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