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Crónicas de cuarentena: «La revancha de Ivanisevic»

El periodista Mario Cavalla dice presente en una nueva sección deportiva de ADN.cl.

Crónicas de cuarentena: «La revancha de Ivanisevic»

El periodista Mario Cavalla dice presente en una nueva sección de ADN.cl llamada “Crónicas en Cuarentena”, en la que repasará distintos hitos del mundo deportivo.

«La revancha de Ivanisevic»

En varias entrevistas Goran Ivanisevic reconoció que de niño su sueño era ser barrendero. Nunca supo por qué. Su destino, sin embargo, no lo llevó a empuñar escobas, si no raquetas y lo empujó también a ser el número dos del mundo, a ganar 21 títulos y a ser protagonista de una de las hazañas más recordadas en la historia de Wimbledon.

Goran fue todo un personaje de las pistas. Locuaz y polémico, su máximo momento de gloria lo redujo a ese 2001 increíble cuando venció en la final al australiano Patrick Rafter, después de esperar que el torneo le entregara una invitación para participar.

Era el 125 del mundo, con un pésimo récord de 10 triunfos y 11 derrotas esa temporada. Su aval para acceder a la wild card era su historial en La Catedral. El tenista croata había tropezado tres veces en la final, en 1992 ante André Agassi y luego dos veces con Pete Sampras (1994 y 1998), su gran pesadilla.

Con 29 años y una carrera en franco declive solo esperaba jugar su torneo favorito y tratar de hacer daño con ese saque legendario que pulió de niño cuando tiraba piedras a los gatos. En su camino tomó confianza. Superó, entre otros, a Moyá, Safin, Roddick y Henman.

Y en el partido decisivo se enfrascó en una guerra de cañonazos con su rival australiano. Nada podía ser fácil. En su acto final, con la cuenta 8-7 del quinto set, el saque en su mano y match point a su favor, encadenó tres dobles faltas que recordaron los fantasmas del pasado.

Durante el torneo, Ivanisevic decía que había tres Goran: el bueno, el malo y el de emergencia. Esta vez necesitó usar este último y disponer de una cuarta oportunidad para lograr el punto definitivo. Arrodillado en el.piso el llanto no esperó y de las gradas recibió la más grande de las ovaciones. El niño que quiso ser barrendero por fin había barrido con sus fantasmas.

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