• 24 DIC 2025

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«Unidos»: En busca del pedazo de papá perdido

El nuevo estreno de Pixar se mete en las entrañas de un conflicto masculino y no siempre revisado en la ficción: el rol paterno y su importancia en el proceso de hacerse hombre.

"Unidos"

No son tiempos de masculinidad, y a Pixar no le importa. A la vez, son tiempos de mujeres superheroínas y hombres débiles, y «Unidos» se hace cargo de esa tendencia con tintes de obligación de una forma sofisticada e inteligente, como ha sido su sello desde hace ya más de una década. Películas para niños que funcionan tanto o más para grandes, películas de distracción y palomitas de maíz en el mall que funcionan como sesiones colectivas de psicoanálisis.

En esta nueva entrega, dirigida por Dan Scanlon (quien ya estuvo a cargo de «Monsters University» y fue parte del equipo de «Cars» y «Toy Story 3») y escrita por él mismo junto a dos guionistas más, todos hombres, Pixar nos sumerge en un mundo habitado por elfos, trolls y hadas con costumbres de suburbio norteamericano, sumergidos en un sistema que, como tantos en la vida real, los hizo olvidar su capacidad mágica innata. Ian (con la voz de Tom Holland) es un adolescente retraído y rechazado por sus compañeros de clase, que creció sin padre y vive con su atarantado hermano mayor Barley (Chris Pratt), amante de los juegos de rol y el rock clásico, y la madre de ambos, Laurel (Julia Louis-Dreyfus), que intenta rehacer su vida junto a Bronco, un centauro policía objeto de las risas solapadas de los dos hermanos.

El desafío de Ian y Barley comienza cuando, a través de un bastón de mago, tienen la oportunidad de revivir a su padre muerto. Aunque solo por un día. Pero, por el escaso entrenamiento de Ian en la disciplina de la magia, el hechizo no sale como esperaban y solo surge un papá de la cintura para abajo, incapaz de ver y hablar. Recién ahí comienza el viaje físico y emocional de los dos hermanos, en búsqueda de la gema que les permita completar el hechizo y, ahora sí, poder ver completo a su padre, contarles de sus vidas y tomar ejemplos de él, tal como Ian lo tiene consignado en su libreta de pendientes junto con aprender a manejar y tener amigos, algo así como el plan obligatorio para aprobar la adolescencia y dar el paso a la adultez.

Un recorrido que, como es de suponer, estará lleno de obstáculos, desde unos policías que persiguen la destartalada van que conduce Barley, hasta unas prepotentes hadas motoqueras, más la presencia de la divertida Manticora, una ex criatura mitológica que puede guiarlos en su búsqueda, pero está demasiado ocupada con su castillo transformado en restaurante familiar temático de comida rápida.

Todo lo que detiene a los hermanos en la búsqueda de completar (literal y metafóricamente) a su padre representa a las amenazas de la adolescencia: el orden y el respeto a la autoridad llevado hasta la majadería, la pulsión de riesgo que siempre amenaza con hacer que todo termine mal, la resignación de un mundo adulto que olvidó sus sueños y se convirtió al sistema para tratar de sobrevivir lo mejor que pudo.

Son acaso las lecturas más interesantes de «Unidos», una película que toma postura por la juventud (que, a estas alturas, es más o menos lo mismo que la infancia, en contraposición a una adultez gris y excesivamente conforme) y se detiene en el supuesto de «matar al padre» para lograr crecer. Acá es todo lo contrario: no hay padre que matar, sino hay que hacerlo revivir. Y no se puede crecer –o sea, hacerse hombre- si no se pudo saldar esa cuenta pendiente. Por eso aquí las mujeres son, aunque sorprenden al final de la historia, roles secundarios y de apoyo. Pero Pixar se las arregla para que eso no sea incómodo: simplemente no sirve para la historia que se está contando. Incluso funciona mucho mejor la introducción del primer personaje reconocidamente gay en la historia de la factoría: aun cuando se trata de uno muy secundaria y que parece existir para cumplir con algún tipo de checklist de diversidad, simplemente está ahí porque es parte del mundo de lo posible y no hay nada ni nadie que tenga que impresionarse al respecto.

«Unidos», si bien ni por guión ni por espesor emocional está a la altura de verdaderas reinvenciones de la narrativa animada como «Intensamente», la saga «Toy Story» o la demoledora «Coco», funciona como ilustración de la cofradía masculina, la dureza del proceso de crecer y la necesidad imperiosa de tener una guía, alguien en quien representarse. Un padre o quien sea que le toque, por las vueltas de la vida, cumplir ese rol. Porque ser padre, a diferencia de la dimensión carnal de la maternidad, es un rol, a veces incompleto, siempre vinculado más con el afuera que con el adentro, con salir al mundo que con esconderse en alguna zona de confort, y que, de una forma u otra, por acción u omisión, se construye.

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