Suicide Squad: Los antihéroes están agotados
Si bien es la mejor producción de DC Comics en lo que va del año, no termina por cumplir las expectativas.
Por Camilo Espinoza
Coronar una tendencia cada vez más madura de empatizar y fascinarse con los villanos era el llamado al que debía atender Suicide Squad.
Ante los dilemas y la fatiga de los superhéroes, los malos y los malditos -condenados al papel secundario- esta vez eran alzados al protagonismo que no tuvieron grandes villanos de la historia audiovisual de los últimos 30 años, como Vegeta, Magneto, Omar Little, Max Cady, el coronel Hans Landa o el propio Joker, por nombrar algunos.
La puerta también se abría para explorar una nueva fórmula que se alejara de la deuda estética y narrativa que tiene DC Comics con la trilogía The Dark Knight de Cristopher Nolan o la nostalgia por los Watchmen de Zack Snyder que jamás se volvió a repetir.
Ambas oportunidades están derrochadas en esta nueva cinta de David Ayer (Fury, 2014), que no profundiza ni se mueve de aquel acotado paréntesis al que fue condenado entre Batman v Superman y Justice League.
Así y todo, estamos frente a la mejor producción de DC Comics en lo que va del año. Su riqueza pasa precisamente por sus numerosos personajes, donde varios logran brillar con luz propia, a pesar de la superficialidad a la que los empuja la fórmula cinematográfica de Hollywood.
Es el caso de Amanda Waller (Viola Davis), cuya sangre fría, mirada seria y actitud calculadora la convierten en un pragmático y todopoderoso arquetipo. El origen de su maldad es absolutamente una incógnita, lo que colabora en el carácter sacro que este personaje le imprime al grupo.
Un escalón más abajo aparecen Deadshot (Will Smith) y Harley Quinn (Margot Robbie), los protagonistas del filme. El primero se echa al bolsillo el papel, entiende que le entregaron un guión poco complejo y trata de darle densidad al personaje convirtiéndolo en el bastión moral de un grupo que sigue sus propias reglas.
Como contrapunto, aparece la novia del Joker tratando de interpretar una villana lunática, sensual y acostumbrada al combate cuerpo a cuerpo. Harley Quinn tiene a cuestas un personaje que es difícil de entender, pero que simpatiza, fascina y distrae.
Alrededor de estas lumbreras de la historia hay otros dos personajes que con pocas líneas se hacen notar: Boomerang (Jai Courtney) y Killer Croc (Adewale Akinnuoye-Agbaje), quienes juegan con la libertad y la poca relevancia a su favor.
Mucho se esperaba del papel del Joker que interpreta en esta cinta Jared Leto. Sobre todo, tras el mito del personaje construido por Heath Ledger para la segunda película de la trilogía, que se ha constituido como paradigma de este pequeño espacio del cine de superhéroes.
Sin embargo, el actor de Louisiana representa un criminal más cercano al mundo de la mafia y sin tanto ripio filosófico. Más bien es un psicótico con pistola que donde pisa hace estallar el caos. Pero sus fugaces apariciones y su sencilla caracterización atentan para relevarlo como un personaje gravitante o trascendente en la historia.
La nota más baja la pone Cara Delevingne en el papel de Enchantress, alzada en la historia como la verdadera antagonista. Tanto el papel como la actriz -y también los efectos especiales para representar su magia- son un verdadero derechazo al mentón del espectador, que no puede creer lo que pasa ante sus ojos.
Otro de los elementos destacables es el trabajo de vestuario en general, que le da un aire de mercenarios a todos los miembros del Escuadrón Suicida, en lugar de esa apariencia de circo que abunda en los cómics. Gran acierto, pero que no se luce debido a la factura de una película que no se esfuerza en lo técnico.
En definitiva, Suicide Squad se farreó la oportunidad de situar a sus personajes en el gran pedestal de los antihéroes. Este tropiezo termina por desalentar a los fanáticos frente al agobio que vive su contraparte: los superhéroes.