Inmigrante haitiana: Me han escupido, tosido en la cara y dicho «negra de mierda, vete a África»
"Ese es el pan nuestro de cada día para nosotros los migrantes", confesó Marie Margarie Janvier.
Marie Margarie Janvier, de 52 años, es uno de los miles de haitianos que han llegado a Chile y, como muchos de ellos, ha sufrido xenofobia y racismo.
“En los países en los que he vivido como extranjera, España y Chile, he encontrado lo mismo: una minoría a la que les molestas, pero, gracias a Dios, hay una mayoría que te acepta. Yo no hago caso de esa minoría. En Chile he sufrido discriminación, me han escupido, tosido en la cara y dicho ‘negra de mierda, vete a África’. Ese es el pan nuestro de cada día para nosotros los migrantes. Me parte el corazón. Soy negra, pero no soy una mierda”, dijo en una entrevista con el sitio del Hogar de Cristo.
“En los trabajos me han discriminado, aunque yo no le doy importancia. Recuerdo que hace un tiempo, estaba haciendo la limpieza, en el sector alto de La Reina. Tenía todo limpio, había terminado mis quehaceres, estaba a punto de irme y el dueño de casa tomó tierra del jardín, la tiró en el suelo de la cocina y me dijo: ‘Negra ven a limpiar esto’. Volví a limpiar todo de nuevo, en silencio. En ese momento, sólo pensé en mi hija”, agregó.
Marie vivió 32 años en Europa, casada con un español con el que tuvo dos hijas ( de 19 y 13 años). Tras 22 años de matrimonio, la relación se terminó y ella regresó a Haití.
Una familia de sus compatriotas la invitó a Chile. El 6 de mayo de 2015 llegó a Santiago. "Me dijo que era un país de oportunidades y que mi hija podría estudiar", contó.
Pero la situación distó de la realidad que le habían explicado y debió vivir en un albergué del Hogar de Cristo.
"Me presentó a los encargados y no hubo ningún inconveniente para recibirme junto a mi niña. Mi primera estadía en la Hospedería fueron tres meses. Después de ese tiempo conseguí trabajo en Batuco y me fui trabajar cuidando a un enfermo. Fue una buena etapa, mi hija iba al colegio y lograba ahorrar dinero para ayudar a mi familia", dijo.
"Regresé a Santiago y me fui a vivir a un barrio en Estación Central. Arrendaba una pieza, en la que vivíamos varios haitianos. Nos cobraban 130 mil pesos más luz y agua; compartíamos un solo baño para todos y las condiciones eran deplorables. Malas instalaciones, cuando llovía el agua llegaba hasta debajo de las camas y el frio era intolerable. Tampoco teníamos luz todos los días y mi hija no podía hacer sus deberes. Estuve casi un año soportando eso", agregó.