Pacho Flores remeció el Teatro Universidad de Chile con su sonido

“No puedes hacer nada en una trompeta, que Louis Armstrong no haya hecho”, afirmó alguna vez el legendario Miles Davis. Pero esa aseveración se relativiza cuando uno escucha al trompetista venezolano Pacho Flores (n.1981), uno de los más aplaudidos virtuosos a nivel global de este instrumento (y sus afines, como el fiscorno y la corneta).

Dentro de su apretada agenda conformada por las más importantes orquestas del orbe, Flores recayó en Santiago para su debut en la temporada oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile. Ya había trabajado con otras agrupaciones chilenas, pero faltaba la decana y más importante del país. Mucho público joven y no habitual se acercó a las dos funciones realizadas en el Teatro Universidad de Chile para experimentar en directo el porqué se trata de un artista del más alto nivel.

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El ilustre solista interpretó dos obras alternadas con otro par a cargo de la orquesta sola, todo bajo la dirección de Rodolfo Saglimbeni. Estas últimas fueron la ‘Obertura Cubana’ de George Gershwin y los ‘Tres Aires Chilenos’ del maestro chileno Enrique Soro.

La primera, que abrió el concierto, no se escuchaba por la OSNCH hace veinticinco años. El color de las percusiones, los ritmos basados en la rumba, una deliciosa orquestal que Saglimbeni manejó con alma, y nos recuerda que Gershwin compuso mucha música magistral que se escucha menos a menudo. Por otro lado, Soro, patrimonio histórico del arte chileno, y una de sus pocas incursiones en música inspirada en la raíz folkórica, que en manos de su brillante labor de orquestador nos lega una pieza que el público general reconoce como propia. Como siempre, la OSNCH hizo una interpretación ejemplar.

El compositor mexicano Arturo Márquez, reconocido por su archi-famoso ‘Danzón No.2’, firma el ‘Concierto de Otoño’, obra que destila diversos géneros latinoamericanos y que da espacio para el lucimiento del solista, pues la concibió especialmente para Flores. La inventiva melódica de Márquez se une a un despliegue de técnica en que vimos al trompetista ofreciendo una enorme gama de recursos sonoros.

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En el emotivo movimiento central de Márquez, Flores ocupó el meloso sonido del fiscorno. Y este instrumento, o mejor dicho tres de ellos, protagonizaron la obra final del concierto, ‘Albares’ compuesta por el propio instrumentista como un vehículo de exploración de sus propias capacidades. El resultado es inspirador, y el público se deleitó con aires y ritmos que le son familiares, a la vez que contagiosos.

El inevitable bis llegó, en la primera función, con una pieza que Flores describió como un merengue venezolano, titulado ‘A Mis Hermanos’ del músico del país llanero Aquiles Báez. Más aplausos, y ciertamente los presentes quedaron con ganas de un segundo bis. Aunque confiamos en que esta será una colaboración que se repetirá en futuras temporadas.