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La parábola de los Fother Muckers: así fue la fiesta rockera de los muertos vivientes en el Teatro Caupolicán

El grupo nacional se presentó la noche del sábado en el recinto capitalino, en el que repasaron sus grandes éxitos y mostraron que lo suyo es más amistad que sociedad.

Ramón Vásquez Lemus

Ramón Vásquez Lemus

La música suele tener elementos de religión: hay devotos, pecadores, fieles, fariseos e hijos pródigos. Reducir la historia de los Fother Muckers al sustantivo «parábola» tiene ventajas y desventajas. No hay hijo pródigo, porque lo de ellos se trató de caminos y perspectivas distintas. Pero la reacción del público que repletó el Teatro Caupolicán la tarde del 3 de diciembre fue la del padre que esperaba al muchacho alejado del rebaño.

Durante la previa, el grito que más se repitió fue «Héctor». El hombre de la guitarra. Porque son distintas las cuerdas de los Fother Muckers que las de los Ases Falsos. Y a propósito de esa vertiente musical, la canción que dio nombre a ese destino formó parte del setlist.

Porque al final, en cada proyecto hay vasos comunicantes y Cristóbal Briceño tiene la ventaja de moverse en ellos con plasticidad. La liturgia se desarrolló en un cementerio imaginario, con tumbas, luces intermitentes, máquina de humo y un ataúd semiabierto. De allí salieron los cuatro integrantes, los muertos vivientes, y comenzó la pascua de gritos, saltos y mosh en el Caupolicán.

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Ramón Vásquez Lemus / Cesar Daniel Mancini

La madurez de los sub cuarenta

Es posible que la mayoría de los asistentes fueran los mismos testigos de la primera etapa de los Fother Muckers, cuando aún eran estudiantes de la Universidad Católica. El propio Briceño contó la historia de su guitarra blanca frente al público. La primera con la que empezó a tocar. Mientras sus compañeros tomaban agua, el vocalista y compositor hacía gala de su particular humor, entre las pausas.

Simón Sánchez, el bajista y segunda voz, sigue teniendo la cara de adolescente, al igual que los rasgos angulosos de Martín del Real, el baterista. La juventud entrega posibilidades de energía, voces limpias, despliegue y hasta conquista. Pero también impera la inmadurez y la falta de manejo de las crisis. Los Fother Muckers, versión cuarentones (o casi), lucen más amigos y maduros que nunca, con una trayectoria probada y después de recorrer distintos parajes y escenarios, juntos y separados.

Al final, la cultura del featuring, que está muy en boga durante esta década, ablandó las individuales devenidas en egos y ya es natural navegar de un lugar a otro. Y lo más importante: se cumplió el ansiado timing de volver a ver a los cuatro músicos tocando 2022 en 2022, un año tan cabrón en lo sociopolítico y de supervivencia para la generación que los escucha, cuyo premio ante la larga espera, que partió en mayo, fue corear y bailar sin la protección de la mascarilla.

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Ramón Vásquez Lemus / Cesar Daniel Mancini

El hombre de la guitarra

En esa asamblea constituyente, sin mayor plebiscito que el sold out, se gritó y se lloró el No soy uno de 2007, con canciones emblemáticas que no solían estar en los setlist de antaño. No faltó la catarsis que producen las intros y coros de temas como Lobo MayorTranquilo, hombre del espacioRondizzoni Explorador.

Sobre aquella canción que abre el disco Justo y Necesario (2008), Héctor Muñoz se desplazó entre el público de la cancha sin temor a perderse junto a la guitarra. La admiración frenó la locura y pudo sobrevivir a aquel gesto. Los juegos físicos con Cristóbal Briceño, el círculo de invocación de los cuatro, las tres cuerdas y la percusión, los saltos y bailes sensuales, fueron los elementos que complementaron el impecable sonido de cada instrumento. Una performance muy trabajada.

El fantasma de las navidades pasadas era Fuerza y Fortuna, la canción que surgió con la misma naturalidad que aquel videoclip grabado en el Parque San Borja. Muchos la pidieron y se pensaba que quizá con ella cerrarían el show, pero al final primaron canciones más épicas y que coronaron un cierre perfecto.

ADN

Ramón Vásquez Lemus / Cesar Daniel Mancini

El final de la parábola

En la parte final del show, los Fother Muckers cantaron Héctor, pero apenas se escuchó la armonía de Briceño y Sánchez en las voces. Ahí hubo una especie de exorcismo, en especial entre quienes añoraban los riffs clásicos de la guitarra melódica. Salieron los demonios de la industria y, sin afán comercial, la buena música y la amistad se resumieron en aquella frase que cantó Cristóbal: «No existe nada que nos pueda separar».

El postre del ágape fue Briceño cantando a Jorge González y Luis Miguel, al mismo estilo que aquellos covers que solían preparar, como las canciones religiosas y Eros Ramazzotti. En los pasillos que dan a las salidas del Teatro Caupolicán había personas felices, sudorosas y extasiadas tras aquella misa del rock más puro.

El concierto terminó temprano, San Diego tenía las luces blancas encendidas y había mucha sed. Quizá faltó el milagro de convertir el agua en vino. O en cerveza. Pero la parábola tuvo un epílogo tan abierto como feliz. En una reseña periodística se vería poco decoroso y muy de fan terminar con un vivan los Fother Muckers, pero el amor verdadero y la lealtad en tiempos de falsedad están por sobre el romance del fanatismo. Y claro, estos cuatro amigos se aman de verdad. Se aman locamente.

Setlist

  • Fueron
  • Nunca se apaga
  • Lobo mayor
  • Tranquilo, hombre del espacio
  • Ríos color invierno
  • Carta a mi país
  • Ola de terror
  • Decirlo y no decirlo
  • Rondizzoni
  • Justo y Necesario
  • El mismo lado
  • Monstruos marinos
  • Granpuente
  • 2022
  • Explorador
  • Fuerza y Fortuna
  • Los ases falsos
  • Patio de comidas
  • Aunque todo salió mal
  • Héctor
  • La culebra se mata por la cabeza (más conocida como «vivan los Fother Muckers»)

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