EE.UU: Condenado a muerte sujeto que torturó y mató a hijastro porque creía que era homosexual
La madre, que participó en el maltrato, fue condenada a cadena perpetua sin posibilidad de revisión.

Este jueves terminó el juicio contra los responsables del homicidio de Gabriel Fernández, uno de los casos más aterradores de maltrato infantil conocidos en California, con la condena a muerte del padrastro del niño y cadena perpetua para la madre, sin posibilidad de revisión.
El niño murió a los ocho años de edad en 2013 tras sufrir torturas inimaginables infligidas por su padrastro, con la complicidad de la madre. Antes de dictar la condena, el juez pronunció una reflexión personal: "Esto no es conducta animal, porque los animales cuidan a sus hijos".
El jurado había hallado culpable a Isauro Aguirre, de 37 años, de homicidio en primer grado con agravante de torturas el pasado noviembre. Un mes después, recomendó la pena de muerte, ratificada hoy por el juez. Esperará su ejecución en la prisión de San Quintín. Más de 700 personas se encuentran en el corredor de la muerte en California. Sin embargo, el Estado no ha realizado una ejecución desde 2006.
La madre del pequeño, Pearl Fernández, de 34 años, se declaró culpable de homicidio en primer grado como parte de un pacto con la fiscalía para evitar la pena capital.
Gabriel Fernández fue hallado inconsciente en su domicilio de Palmdale, al noreste de Los Ángeles, a las 23:30 del 22 de mayo de 2013. Los bomberos acudieron a una llamada de emergencias acerca de un niño que no respiraba. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que el niño tenía marcas de ataduras en los tobillos, golpes y quemaduras de cigarrillo. Tenía una fractura de cráneo, varias costillas rotas y magulladuras por todo el cuerpo. Los bomberos llamaron a los agentes del sheriff. Allí mismo, Isauro Aguirre confesó haber sido el causante de las heridas. Pearl Fernández admitió que ella estaba delante. Gabriel Fernández murió dos días después.
Durante el juicio salieron a la luz detalles estremecedores del infierno que vivió Gabriel Fernández en aquella casa. Aguirre maltrataba al niño porque pensaba que era homosexual. Disfrutaba haciéndolo. Obligaban al pequeño a dormir atado, con un calcetín en la boca y metido en una caja dentro de un armario. Le hacían pasar hambre y le castigaban obligándole a comer heces de gato y su propio vómito. Los insultos, golpes, puñetazos y patadas eran constantes. Le disparaban con perdigones, que tenía incrustados en el cuerpo la noche que lo hallaron incosciente. Todo fue ratificado en el juicio por uno de los hermanos, a los que también maltrataban, pero no como a Gabriel.
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