La oposición venezolana exigió la verdad sobre la salud de Chávez
''Hacerle creer a la gente que el presidente está en ejercicio de sus funciones actualmente es una irresponsabilidad descomunal'', dice un líder opositor.
El próximo 10 de enero se cumplirá un mes exacto desde la partida de Hugo Chávez desde Venezuela para someterse a una cuarta operación en La Habana. Equivale a un mes de especulaciones sobre su estado de salud.
Las informaciones del Gobierno sobre el tema, con severas omisiones desde junio de 2011, cuando se dio a conocer el cáncer del presidente, se limitan a vaguedades que permiten apenas saber que no se ha recuperado de la intervención quirúrgica y que su situación, “delicada”, lo mantiene entre la vida y la muerte.
Entre tanto, crecen las presiones para que se admitan las verdaderas condiciones médicas del presidente. El coordinador de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), Ramón Guillermo Aveledo, exhortó al Gobierno a que “diga la verdad”. “Pretender hacerle creer a la gente que el presidente está en ejercicio de sus funciones actualmente es una irresponsabilidad descomunal”, subrayó.
La verdad incontrovertible sobre la condición de Chávez debería llegar el 10 de enero, día en que tendría que presentarse para jurar su tercer mandato. De no hacerlo, se debe declarar su falta. A una semana de esa fecha, ¿por qué el Gobierno venezolano sigue apelando al secretismo y a las verdades incompletas?
El punto central estriba en la aceptación pública de que Chávez pueda faltar. Dentro del chavismo, un anuncio de esa índole representaría un punto sin retorno en un movimiento tan marcado por la figura de su líder.
Ciertamente, el propio Chávez se encargó de romper ese celofán el pasado 8 de diciembre cuando, en alocución por radio y televisión, mencionó por primera vez su posible ausencia y trazó dos protocolos para la continuidad democrática: la Constitución y su deseo de que el vicepresidente Nicolás Maduro lo sucediera como representante de un chavismo ya huérfano.
De reconocerse de modo oficial la incapacidad o muerte de Chávez, ya no habría excusas para seguir postergando los acomodos que deberán pactarse —o imponerse— para garantizar una convivencia de las distintas facciones oficialistas que satisfaga sus respectivas ambiciones y preserve, a la vez, la unidad del movimiento. Esta fórmula no parece fácil de conseguir.
La evidente tutela cubana sobre la opción de Maduro entre los demás presidenciables venezolanos, y sobre todo frente a la candidatura alternativa de Diosdado Cabello, hace inevitable un manejo opaco de la información.
Sin embargo, todos los factores locales en competencia, así como La Habana, coinciden en la conveniencia de realizar pronto unas nuevas elecciones presidenciales, para aprovechar la ola de emociones que está despertando la agonía aparente de Chávez y garantizar la estabilidad del régimen. Pero para activar los mecanismos constitucionales previstos para ello, antes hay que pasar por una constancia de la falta —temporal o absoluta— del líder revolucionario.