Isabel Allende, escritora: “Tengo una confianza tremenda en Chile”
La novelista habló de deseo, la vejez, su historia y el escenario que enfrentan las mujeres en un mundo donde la ultraderecha gana espacios.

Isabel Allende, escritora: “Tengo una confianza tremenda en Chile” / Prisa Media
La escritora chilena Isabel Allende hace seis años que no pisa su tierra -vive en Sausalito, California- y en este septiembre lo hace para presentar su más reciente novela, Yo soy Emilia del Valle (Penguin).
Se trata de la historia de una veinteañera nacida en San Francisco, EE.UU., escritora y periodista, que llega a Chile a trabajar de reportera en medio de la Guerra Civil de 1891 y, de paso, descubre su identidad: su padre era chileno.
En entrevista con Rocío Montes, de El País, y Andrea Moletto, de Radio Futuro, ambos medios de Prisa Media, Allende dejó varias frases sobre su nueva obra, cómo ve el mundo a los 83 años, la realidad que viven las mujeres en el mundo del 2025 y cómo se enfrentan a la visión que tiene la ultraderecha sobre ellas.
“Chile es una democracia que tiene instituciones muy sólidas. Tiene una Constitución, buena o mala, pero la gente se ciñe a la Constitución. Hay reglas claras. Y tengo una confianza tremenda en Chile. Creo que somos un país de centro, que cada vez que nos vamos a un extremo, las cosas se ponen feas. Estamos buscando siempre que el péndulo deje de girar tanto y se coloque en el medio, porque eso es lo que somos”, dijo.
Algunas respuestas destacadas
En la novela, Emilia del Valle habla del concepto de “mujer buena”, ante el que ella se rebela, en el siglo XIX. Más cómoda se siente con ser “una mujer mala”. Hoy, en 2025, ¿qué es ser “una mujer buena” y una “mujer mala”?
Respuesta: Ya eso no se usa para nada. Todas somos un poco malas y un poco buenas. Mientras más malas mejor, porque lo pasamos mejor. La gente buena lo pasa pésimo. Y sobre todo las mujeres. En la generación mía, cuando yo era joven, ser buena era ser mamá, ser fiel. ¡Qué lata ser fiel! Era ser abnegada, trabajadora, paciente. Y las que lo pasaban bien eran las otras, las que no tenían ninguna de esas cualidades. Yo estaba siempre flotando entremedio, con unas ganas tremendas de ser mala pero, en el fondo, buena mamá, esposa, buena hija. Una lata.
¿El deseo es un motor para usted?
“Más bien un motor literario, porque en la vida real es relativo. Yo me enamoro y me enamoro largo. Y en las relaciones muy largas, el deseo se va matizando. Me preguntan mucho sobre este asunto a esta edad, porque se supone que la gente vieja no tiene sexo, no tiene deseo sexual. Y eso no es así, depende mucho de la salud y de la relación que tienes con la otra persona. No se puede generalizar”.
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-Siempre habla de Antonio Banderas, pero, ¿no cambiaría a Banderas un ratito por Pedro Pascal, el chileno más hot del momento?
“Cualquiera de los dos que me hiciera el favor, estaría fantástico. Pero no hay ninguna esperanza. Ahora me resigno al anciano que tengo".
Muchas mujeres mayores están solas
“Y felices. Porque para tener que cuidar otra próstata, mejor estar sola. Pero yo he vivido cada etapa de mi vida con pasión, con interés por lo que me está pasando y por lo que le está pasando a mi generación. Acabo de estar con Elizabeth Subercaseaux, Delia Vergara. Todas somos mujeres de 80 y más. ¿Qué nos está pasando? Las que tenemos salud estamos muy bien, porque es una etapa de curiosidad y de libertad.
Los desafíos de las mujeres en el mundo actual
“Las mujeres estamos en un momento de riesgo. Hay una vuelta a la extrema derecha, al fascismo también, que pone a la mujer en un papel sometido, que quiere a la mujer en la casa. Se está hablando mucho de la mujer tradicional. En Estados Unidos, con el asesinato de Charlie Kirk, hubo como una ceremonia en un estadio. Estaba combinada la política con la religión. Y la gente de rodillas en el suelo con los brazos levantados, comparando a Charlie con un profeta, con un mártir, con Cristo. Entonces, las mujeres tienen que tener mucho cuidado, porque las religiones son todas patriarcales y todas quieren a las mujeres en una posición sometida. Es muy fácil perder los derechos que uno puede haber adquirido a través de años de lucha -de las abuelas, las madres- para poder llegar a tener lo que tenemos, que no es todavía el fin del patriarcado. Seguimos viviendo en un patriarcado. Pero podemos perder lo que tenemos”.
Sobre el clasismo
“Cuando yo era chica, lo sentía muy fuerte. Y mis hermanos también, es curioso. Vivíamos en la casa de mi abuelo donde había una línea invisible que dividía la parte en que estaba la familia y se recibían las visitas, y los patios de atrás donde era otro planeta. Esa división, esa injusticia social, me ha afectado toda la vida y me molesta muchísimo. Y la veo en una especie de pituquería, que todavía existe. En el arribismo, en el mostrar la plata. Eso antes no era así: existía la plata, pero no se mostraba como ahora”.
Sus vicios
“Mi vicio es la flojera, que la tengo que vencer a cada rato. Me levanto a las seis de la mañana por disciplina, pero no porque quiera. Quisiera quedarme hasta las 11 echada para atrás comiendo bombones, pero me levanto porque mi abuelo me metió eso en la cabeza: había que levantarse. Y voy al gimnasio todos los días. ¿Creen que voy contenta? Voy puteando al gimnasio. Me carga. Y vuelvo furiosa. Pero lo hago.
¿El amor puede ser más determinante que el horror?
“Sí. En De amor y de sombra escribí una frase de la que me he arrepentido muchas veces: que la emoción más fuerte, el sentimiento más poderoso, es el miedo. Pero yo creo que es el amor. Por amor uno hace cosas que no haría por miedo. Y el amor más impresionante para mí, siempre, es el de las mamás en todas las especies. No existiríamos como especie si no fuera por esa increíble capacidad de amar de las madres”.
Revisa la entrevista completa en El País.
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