De diplomático a detenido: la increíble historia del hombre que montó una embajada falsa
Desde un departamento residencial, fingía representar naciones inexistentes y ofrecía empleos en el extranjero.

De diplomático a detenido: la increíble historia del hombre que montó una embajada falsa / World photo
En un edificio residencial cualquiera, a pocos kilómetros del caos ordenado de Nueva Delhi, en India, flameaban banderas de varias naciones. En la puerta, autos con placas diplomáticas se alineaban como si el mundo hubiese hecho escala en una calle tranquila de Uttar Pradesh. Adentro, un hombre de voz firme y modales diplomáticos recibía visitas como si representara a países desconocidos. Pero todo era una farsa.
Harshvardhan Jain, de 47 años, fue arrestado esta semana por dirigir una embajada falsa desde un departamento alquilado. Según informó la policía india, el autodenominado embajador habría construido un elaborado montaje: documentos diplomáticos falsos, fotografías manipuladas junto a líderes mundiales, sellos apócrifos de ministerios y organismos internacionales, e incluso autos con matrículas oficiales… que no eran oficiales.
No representaba a ningún país reconocido. Entre los nombres con los que se presentaba estaban “Seborga” —un presunto principado autoproclamado en Italia— y “Westarctica”, una micronación virtual con reclamos territoriales sobre una porción de la Antártida. Para la gente común, aquello podía sonar exótico; para sus víctimas, fue un boleto a la decepción.
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Jain supuestamente ofrecía empleos en el extranjero a cambio de dinero, escudándose en sus vínculos diplomáticos inventados. Prometía conexiones, visados, oportunidades. Todo lo que se espera de una embajada legítima, salvo que nada lo era. La policía recuperó 4,5 millones de rupias en efectivo (unos 52.000 dólares), monedas extranjeras, y una colección de banderas internacionales que decoraban su improvisada sede consular.
“Era un fraude cuidadosamente orquestado”, declaró el oficial Sushil Ghule, del grupo especial de trabajo del estado. Las autoridades también sospechan que Jain lavaba dinero a través de empresas fantasma en el extranjero, y ahora enfrenta una larga lista de cargos: falsificación, usurpación de identidad, posesión de documentos fraudulentos y posible evasión fiscal internacional.
La escena en su “embajada” parecía sacada de una novela de espionaje o de una comedia absurda. Pero no hay nada gracioso en la cantidad de personas engañadas. La justicia india aún investiga cuántas víctimas cayeron bajo el hechizo de su representación ficticia, ni cuán lejos llegaron sus operaciones.
El caso de Jain es un retrato moderno del impostor de alto vuelo: sin más recursos que papelería falsa, una narrativa convincente y una ambición desbordante, logró construir un universo paralelo donde él era embajador y el mundo, su escenario.
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