A lo largo de los años, los consumidores de alcohol se exponen a una duda fundamental en torno a la conservación, habiendo poca claridad sobre si puede vencer o no. Es cierto que solo basta con dejar una botella en condiciones de almacenamiento inadecuadas por mucho tiempo para que el brebaje caduque. Sin embargo, aunque sabemos que el vino y la cerveza pueden deteriorarse, la duda es si eso los convierte en un producto inseguro con el paso del tiempo. Asimismo, hay que tener en cuenta que las bebidas de mayor graduación reaccionan de forma diferente. Según el Dr. Andrew L. Waterhouse, profesor emérito de Enología en UC Davis y autor de Understanding Wine Chemistry, no hay mucho de qué preocuparse bajo este panorama. “En general, no hay problemas de seguridad… de hecho, son más seguras desde una perspectiva microbiana que el agua potable”, aseguró. Se debe tener en cuenta que mientras la botella esté sellada y sin alteraciones, prácticamente no hay riesgo de intoxicación. La verdadera cuestión, entonces, es el sabor. Las bebidas alcohólicas se dividen en dos grandes categorías: fermentadas, como vino, cerveza o sidra, y destiladas, como whisky, vodka o tequila. El contenido alcohólico, o ABV (porcentaje de alcohol por volumen), es crucial para determinar su longevidad. Las bebidas con menos de un 20% de ABV, como el vino o el vermut, son más vulnerables a la degradación microbiana y oxidativa. “El ejemplo clásico es la conversión del vino en vinagre”, explicó Waterhouse. En cambio, las bebidas con más de un 20% de ABV son mucho más resistentes. “A esa concentración, no hay levaduras ni bacterias que puedan crecer”, precisó el experto. Aunque puedan sufrir cambios sutiles, los licores suelen mantenerse en buen estado durante décadas si se almacenan correctamente. Para preservar tus botellas, los expertos recomiendan mantenerlas selladas y almacenarlas en posición vertical, en un lugar fresco y oscuro, a unos 20ºC. Como contraparte hay que considerar que la luz y el calor aceleran la oxidación, especialmente en bebidas con infusiones botánicas como el gin o el amaro. “Un buen ejemplo son los aceites cítricos, que pasan de tener un aroma floral agradable a uno rancio cuando se exponen a la luz”, comenta Keith Cadwallader, profesor de química de alimentos. Los licores y vinos fortificados necesitan más cuidado debido a su menor contenido alcohólico y a los ingredientes añadidos. Para bebidas con menos de un 20% de ABV, refrigerarlas es la mejor opción para ralentizar las reacciones microbianas y oxidativas. “Todas las reacciones químicas responden a la temperatura”, enfatiza el Dr. Waterhouse, por lo que mantener las botellas en un ambiente fresco es clave para prolongar su frescura. El vino y el sake abiertos deben consumirse en pocos días, mientras que los vinos fortificados, como el vermut, duran más, pero también se benefician de la refrigeración.