Alejandra Urrutia se sumó a los homenajes a Bruckner
La directora chilena dirigió a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en una aplaudida versión de la más popular sinfonía del compositor austriaco, la Cuarta.
En este año que se celebra el bicentenario del ineludible compositor Anton Bruckner (1824-1896), faltaba que la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile se sumara a los homenajes. Y para este tramo de conciertos finales de temporada del conjunto estatal, se programó la más popular de todas sus sinfonías, la No.4.
Fue también el reencuentro de la orquesta con la maestra chilena Alejandra Urrutia, quien en sus apariciones recientes frente a conjuntos chilenos ha mostrado la solidez de su trabajo en repertorios de alta exigencia. Y eso fue precisamente lo que tuvo en sus manos ante un expectante Teatro Universidad de Chile.
Primero se abordó una obra del recordado compositor chileno Domingo Santa Cruz, figura determinante en ordenar la vida musical del país a mediados del siglo XX. Sus ‘Tres Preludios Dramáticos’ han estado muy presentes en los repertorios de las orquestas locales, y es que esa mezcla altamente emocional, dolorosa, de su discurso, influido en igual medida por Wagner, Hindemith y el impresionismo francés, resuena en los asistentes a conciertos.
Es un tríptico orquestal que puede descarrilarse fácilmente si no se equilibran adecuadamente sus componentes, pero orquesta y directora consiguieron una interpretación que hace justicia a su espíritu, a la vez que enfatizar la musculatura de una orquesta que ha sorprendido este año con sus tremendas interpretaciones.
Y en la segunda mitad, lo que muchos esperaban, el retorno de la música de Bruckner a las manos de la OSNCH. Sin duda, la Cuarta Sinfonía es la obra que más se conoce de este compositor en el país, y la que más entusiasma a los que no se sienten cercanos a su mundo sonoro, y es fácil entender el porqué. El énfasis temático-melódico predomina por sobre lo textural y la complejidad contrapuntística de sus otras obras, y es esencialmente “Romántica” (el apodo por el que se conoce esta pieza) en su espíritu y carácter.
Durante el desarrollo de esta sinfonía, hay polos de extrema suavidad, casi como un susurro, hasta grandes fortes de volumen extremo, y la maestra Urrutia manejó estos matices con claridad, magistralmente diríamos, a la vez dando espacio al vuelo melódico, y transmitiendo emotividad en el segundo movimiento, fuerza en el tercero y dramatismo en el cuarto. Fundamental en este armado fue la labor de los solistas de la orquesta: Hernán Jara (flauta), Gerardo Salazar (timbales), Guillermo Milla (oboe), y especialmente Thiago Martins en la trompa.
Este concierto hace recordar la autoridad con que la OSNCH aborda repertorio sinfónico de grueso calibre, y enciende las ganas de esperar futuras entregas de obras no solo de Bruckner, sino también de Mahler, Schoenberg, Bartók, Messiaen, Varèse, Sibelius, Shostakovich o Lutoslawski.