;

David Navarro-Turres: otro gran talento de la dirección orquestal en Chile

El director chileno, titular de la Filarmónica de Bruselas en Bélgica, fue ovacionado frente a la Orquesta de Cámara de Chile.

David Navarro-Turres: otro gran talento de la dirección orquestal en Chile

No se acostumbra en crítica musical a hacer mención de lo que sucede en los minutos previos a un concierto, pero las presentaciones de la Orquesta de Cámara de Chile siempre tienen esa aura especial de cercanía, de íntimas conexiones entre artistas y audiencia, de ambiente familiar movido por el entusiasmo de escuchar música en vivo.

Mientras el fiel público llenaba el Teatro Municipal de Ñuñoa, los integrantes comenzaban a asomarse para su “pre-calientamiento”. De pronto, una conocida melodía se escucha en una de las trompetas. Era “The Fool on the Hill” de los Beatles, que varios de los presentes reconocieron. Fue el simpático preámbulo para un concierto que movió a los presentes, por causa de una excelente interpretación y un programa inteligentemente diseñado.

ADN

Sobre el podio, el maestro David Navarro-Turres. Tal como Helmuth Reichel y Paolo Bortolameolli, pertenece a una brillante generación de jóvenes directores chilenos proyectados internacionalmente que, en su caso, ostenta el puesto de titular en la Orquesta Filarmónica de Bruselas. Un director que, a pesar de lograr tal posición en Europa, no se había visto mucho por estos lados. Algo injusto, que debe revertirse, sobre todo tras lo vivido en Ñuñoa.

Una elocuente versión de la Obertura “Coriolano” de Ludwig van Beethoven abrió los fuegos. Dramática hasta la médula, y prolijamente bien armada, tuvo a Navarro-Turres manejando con omnisciencia al conjunto dependiente del Ministerio de las Culturas.

ADN

Le siguió inmediatamente la hermosa “Elegía (In Memoriam Béla Bartók)” de Cirilo Vila, obra que ya se había escuchado este año en el Municipal. Esta partitura requiere de acuciosa precisión, y acá director y músicos no quedaron al debe, sino más bien la hicieron relucir con cariño, haciendo ver todo su valor, lo que fue premiado por un sonoro aplauso.

Del propio Béla Bartók siguieron las “Danzas Rumanas”, siempre efectiva para deleitar al público ocasional y transversal debido a su prístino melodismo, tomado del folklore transilvano. Se lucieron los solistas de la que es una auténtica agrupación de elite en nuestro país.

ADN

El contundente cierre consistió en la Sinfonía No.1 de Beethoven. Si bien, hubo desajustes en el primer movimiento, se vivió con intensidad, gracias a los claros y minuciosos gestos de Navarro-Turres. El resto de la obra, a la altura de lo que habitualmente hace la OCCH con las sinfonías del genio alemán.

Un cuarto y enfático aplauso recibieron Navarro y la orquesta, quienes tenían una guinda adicional: el “Vals Triste” de Jean Sibelius, entregado con cariño, sin artificios, y en su total y desnuda belleza. A la postre, no quedó duda de que este enorme talento chileno debiese ser convocado por las otras orquestas profesionales y juveniles del país. Al menos ya está confirmado en la Sinfónica U. La Serena (OSULS) para octubre próximo. Bravo, maestro Navarro-Turres.

Contenido patrocinado

El siguiente artículo se está cargando

ADN Radio
En vivo

Tu contenido empezará después de la publicidad

Programación

Ciudades

Elige una ciudad

Compartir

URL copiada al portapapeles

Más acciones

Suscríbete

Tu contenido empezará después de la publicidad