Nueva biografía propone un Julio Cortazar incestuoso y violador
El español Miguel Dalmau invirtió tres años y la lectura de medio centenar de obras del escritor argentino para escribir su versión de la vida del trasandino.

, una probable relación incestuosa con su hermana, el menor peso en la vida y la obra de su viuda Aurora Bernárdez, un tratamiento hormonal para su gigantismo que en efectos secundarios lo convirtió a sus casi 60 años en un notable depredador sexual y la muerte por leucemia, ahogado por el SIDA contraído en una transfusión de sangre, son los aspectos del argentino que Miguel Dalmau muestra en Julio Cortázar.
Para Dalmau, quien invertió tres años de trabajo y la disección de medio centenar de obras sobre el trasandino, el peso del gineceo marcó toda la vida del escritor. “La madre, doña Hermínia, era hija ilegítima y tanto ella como la hermana de Cortázar, Ofelia, vivirán de él toda su vida porque el padre les abandonó pronto: hasta un mes antes de su muerte les enviará cheques desde Europa, pero resulta que quien ha de ejercer desde bien joven de pater familias era un chico introvertido, con problemas de gigantismo y que tenían medio escondido en un altillo leyendo todo el día”, fija el biógrafo.
Expresa Miguel Dalmau que en buena parte de los relatos de Cortázar, la figura del incesto aparece como leit motiv: es una de las pesadillas más recurrentes de entonces, vinculadas a su hermana Ofelia, de fuerte carácter, esquizofrénica y poco amante de su obra. A ello atribuye el estudioso el ser el “motor freudiano” de la verdadera causa de la salida precipitada del país del escritor y propiciar su “pulsión centrífuga” por el mundo, si bien “no debió ser una relación desaforada”.
La vida afectiva y sexual de Cortázar va aflorando -intercalado con interpretaciones de su vida a partir de su obra– a lo largo del libro, alcanzando un protagonismo notable a partir de un tratamiento hormonal al que se somete a finales de los años 60 para abordar una tumoración fruto del crecimiento desordenado de su cuerpo. Esa es la excusa, según Dalmau, del cambio radical en lo físico y en lo sexual del autor argentino, que pasa de ser un hombre de 1,92 de altura pero barbilampiño y con cara de bebé a un personaje barbudo, de pelo largo. “Ahí se acaba el intelectual retraído y monógamo”, escribe.
Dalmau atribuye a Cortázar un safari sexual durante una estancia en Kenia. Allí, amén de perseguir a algunas nativas, habría tenido un accidentado romance con C.C., a la que habría forzado, algo que dejó veladamente fijado en unos poemas publicados póstumamente. La violación, como en su momento el incesto, rezuma obsesivamente en la producción cortaziana de mediados de los 70, según Dalmau. “El tratamiento le cambia la actitud y su comportamiento sexual: le pasa a los 60 años lo que suele ocurrir en los 20 pero con la ventaja de que él tiene un coto de carne fresca muy grande porque es un conocido”.
“Vivo solo en una multitud de amores”, les confesará más de una vez, en especial tras la ruptura con Karvelis por los celos inevitables en toda pareja abierta. De ese frenesí sexual le sosegará Carol Dunlop, cuya muerte en 1982 deja ya a un Cortázar muy enfermo del cóctel leucemia-SIDA por una transfusión sanguínea en 1981 con sangre contaminada de África en un ser totalmente melancólico y hundido. “Carol le había devuelto al terreno lúdico, al niño grande que siempre”, cree su biógrafo.
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