• 24 DIC 2025

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Opinión: El país flaite

José Miguel de Pujadas Guzmán, libretista para programas de TV, analiza el tema en nuestro medio asociado ElQuintoPoder.

Por José Miguel de Pujadas GuzmánElQuintoPoder.cl

"El Festival ha sido tomado por los flaites", fue la queja que lanzó Alberto Plaza por redes sociales luego de la presentación de la humorista "Chiqui" Aguayo durante el pasado certamen viñamarino, esto a raíz del tono y lenguaje empleados durante su rutina. A pesar de haber marcado un alto rating de audiencia y ganar dos gaviotas, la performance de la exintegrante del Club de la Comedia generó desagrado en algunas personas, acumulando cerca de 80 denuncias en el CNTV (la gran mayoría presentadas por hombres), acusando ordinariez y vulgaridad. Rodrigo Villegas, su colega que se presentó tres días después, recibió también los dos trofeos por parte del público, pero ningún reclamo hubo por pasajes como "un día estaba en el sillón de mi casa viendo tele, haciendo algo que hacemos todos los hombres cuando vemos tele, que es rascarse las bolas", o "nos fuimos a un motel (…) ella me empezó a hacer cariño en los coquitos". Frases que, de aplicarse el mismo criterio, deberían haber motivado la misma molestia, o al menos algún comentario. Pero nada. Qué decir si fuese una mujer la que hubiese hecho alusión a sus genitales en los mismos términos "coloquiales" usados por el humorista hombre.

"No todos los chilenos son como 'Chiqui' Aguayo'", espetó el periodista Felipe Bianchi luego del show de la humorista. "No todos son ordinarios, no todos hablan así, no todos son morenos", remató. (¿Ser moreno o morena, como Aguayo, es sinónimo de ordinariez? ¿Habrá sido acaso ese hecho un plus negativo para ella a la hora de las críticas que se le hicieron?) "El humor no está para reírse del tamaño del pene", teorizó por su parte Rafael Gumucio, director del Instituto de Estudios Humorísticos de la UDP, en un diario de circulación nacional. Fabrizio Copano, en un momento de su rutina, habló de lo mismo, del tamaño del pene, y no leí ninguna crítica de Gumucio -ni de nadie- al respecto.

La vulgaridad, en consecuencia, parece depender no del calibre que pueda tener en sí la misma, sino del género de donde provenga. Porque la vara de medición es machista, tal como señaló en una entrevista el investigador del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago de Chile, Dr. Felipe Cussen. Y claro, en el contexto cultural de una sociedad como la nuestra, desde su enfoque tradicionalista y conservador, la vulgaridad masculina es mucho más aceptada que la femenina, porque ha sido permitida como algo “natural” dentro de la repartición de roles y, en consecuencia, estamos más acostumbrados a ella que a la que pueda provenir de una fémina.

La periodista Pamela Jiles, durante la emisión de un matinal de TV en el que se debatía sobre esta polémica, le preguntó en un contacto en directo al cantautor chileno por sus dichos y qué entendía él por ser flaite. Plaza le respondió: "Los flaites para mí son gente que no respeta los códigos de comportamiento social para dar supervivencia a una sociedad. Gente que actúa sin ética. La ética son códigos sociales que la gente determina como correctos para vivir en sociedad". La definición del artista nacional radicado en EE.UU. me quedó dando vueltas y pude visualizar nítidamente, a través de su descripción, al tipo de personas que, más allá del concepto clasista de lo que se considera ser flaite (corte de pelo, forma de hablar y de vestir, ciertos gustos musicales) han venido pasando a llevar de manera sistemática y permanente a través de sus conductas a muchos otros, rompiendo códigos de respeto y de decencia que impactan de manera profunda las relaciones de confianza en la sociedad. Gente que, habiendo tenido el privilegio de educarse en buenos colegios, donde se supone recibieron una instrucción con principios valóricos, de haberse criado en familias “de bien” y crecido en barrios ABC1, han terminado actuando sin ningún reparo ético para beneficiarse a través de diversas formas de estafas masivas en perjuicio de millones de ciudadanos. Colusiones en la industria de los pollos, de las farmacias, del papel higiénico, con una devolución que es ínfima, miserable, en relación al robo perpetrado; el despojo legal de las AFP, viga maestra del modelo -podrida, agusanada- que obliga a las personas a entregar el dinero que ganan con su trabajo para recibir luego pensiones de hambre; sueldos bajos generalizados para impulsar al consumo a través del crédito, con tasas de interés usureras; etc. Todo configurando una perfecta trama, urdida con el mismo propósito: la acumulación de riqueza en unos pocos bolsillos a través de la desposesión y el empobrecimiento de la gente. La gran brecha social en Chile es el reflejo de esta realidad. El rechazo ideológico de ciertos sectores a la igualdad es el pretexto para justificar nuestra tremenda desigualdad.

Y es aquí, entonces, donde uno puede ver asomarse en todo su inmundo esplendor a la verdadera y mayor flaitería, la vulgaridad máxima, que no es sino la grosera e insaciable codicia de quienes, jamás satisfechos aunque lo tengan todo, recurren delictualmente al manotazo arrebatador para seguir engordando. Con la ordinariez de aquel que en un asado se apresura en sacar el trozo de carne más grande, dejando al resto con menos. A lo vío, a lo winner. Con otros modales, con distintos ademanes, con otra forma de hablar, vestir y de cortarse el pelo, pero mucho más cuma. El choreo de guante blanco mediante el cual le roban a la gente por todos lados: una orillita por acá, un recorte por allá, y vamos sumando millones. Porque la acumulación, el acaparamiento, el enriquecerse a costa del empobrecimiento de otros, es muy punga.

Y fue así como le encontré razón a Plaza. Pero, más que un festival de la canción, lo que ha sido tomado, secuestrado, por este tipo de personas, es el país. Por aquellos que, sin respetar códigos sociales de comportamiento ético, atentan contra las relaciones que se dan al interior de ésta, tensionando el ambiente, lesionando de manera egoísta e irresponsable su supervivencia en base a su codicia compulsiva, voraz y depredadora. Ellos son los verdaderos flaites de Chile.

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