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Columna de Rodrigo Hernández: Caminos separados

El distanciamiento entre Fernando González y Nicolás Massú es hoy el comentario de moda en el tenis chileno. Mucho más que la serie copera ante Austria del 18 de septiembre o la actuación del propio bombardero aquí Nueva York.

Por Rodrigo Hernández desde Nueva York

Caminos separados

El distanciamiento entre Fernando González y Nicolás Massú es hoy el comentario de moda en el tenis chileno. Mucho más que la serie copera ante Austria del 18 de septiembre o la actuación del propio bombardero aquí Nueva York. Y es que esa amistad, esa relación que parecía inquebrantable, está congelada desde que el viñamarino decidió no adherir a la renuncia de González a Copa Davis, luego que la Federación hiciera públicas las ganancias de los jugadores tras la serie con Australia en septiembre de 2008.

La decisión de González es tema conocido. Pero conviene recordar su origen: el número uno de Chile se sintió profundamente traicionado por el directorio encabezado por José Hinzpeter cuando éste reveló las platas del contrato privado con los jugadores. Lo hizo en plena campaña por el sillón federativo y en respuesta a ataques de la lista opositora orquestados, según voces oficialistas, nada menos que por el gerente general de ADO Gonzalo de la Carrera. Lo concreto es que a Fernando le dieron un golpe bajo, en su imagen, y la reacción está a la vista.

Desde entonces la polarización de la familia del tenis fue evidente. Y off de record se escucharon todas las tesis posibles. Una oficialista: qué De la Carrera, ex asesor de González, estaba apoyando en las sombras a Jaime Fillol, entonces candidato, porque el yerno de Fillol, Martín Rodríguez, era coach de Fernando. O sea que González quería apoderarse del tenis chileno.

Una de la oposición: que el directorio quería tender una cortina de humo poniendo en entredicho a González con la gente para ocultar sus malos manejos.

¿Qué hizo Fernando? Fijó públicamente su posición. Habló en un par de canales y optó luego por un silencio total. Tanto que acá en Nueva York, varios meses después de su renuncia, le aclaró enfáticamente a una agencia internacional de noticias que la Copa Davis ya no es tema para él. Una medida lógica. Para qué contaminarse con un tema oleado y sacramentado si en Nueva York se está jugando entrar a los top ten y acercarse al Masters de Londres.

Dato hasta ahora desconocido fue la conversación de González y Massú un par de días después de la renuncia del bombardero. Una charla donde González no encontró acogida ya que Massú, descolocado por su buena relación con Hinzpeter, no se animó a seguir el mismo camino. El doble campeón olímpico le confesaría después a sus cercanos que “no le nacía enemistarse con nadie”. Desde entonces y hasta esta semana en Nueva York apenas cruzaron palabra.

Así González dio por cerrado el caso. Sin revisión, sin vuelta atrás. Massú, en cambio, quiso jugarse esta semana una última carta e intentar persuadirlo para que jugara ante Austria. Irónicamente, el sorteo los enfrentó y echó por la borda su plan. “Era difícil hablar acá, justo nos tocó en primera ronda, además sólo soy uno más del equipo, espero no tener que hablar más del asunto”, dijo Massú. Para González nunca fue tema.

¿Cuánto durará el distanciamiento? En Copa Davis, un buen rato. González no echará pie atrás y Massú tampoco. En términos privados, y lo firmo, ligerito estarán tan amigos como antes. Basta que coincidan en Santiago, se coman un asado, salgan a cenar o se junten en el vip de una discoteca. El cariño es demasiado y no se borra por un conflicto copero. Lo malo para el tenis chileno es que la sociedad sirve poco, muy poco, fuera de la cancha.

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