A dos años del 7-O: el ataque de Hamás que abrió una herida en Israel y sirvió de argumento a Netanyahu para destruir Gaza
A 24 meses del ataque de Hamás, Gaza sigue devastada, con crisis humanitaria, rehenes sin acuerdo definitivo y una agenda internacional marcada por presiones legales y diplomáticas.

A dos años del 7-O: el ataque de Hamás que abrió una herida en Israel y sirvió de argumento a Netanyahu para destruir Gaza / PABLO PORCIUNCULA
El asalto de Hamás del 7 de octubre de 2023 —que dejó unas 1.200 víctimas fatales y 251 rehenes en Israel— abrió una guerra de desgaste cuya respuesta militar transformó Gaza y tensó al máximo la política israelí y la diplomacia global, donde la principal vícitima ha sido la población civil.
Los partes humanitarios de la ONU registran más de 66.000 palestinos muertos y más de 168.000 heridos, con desplazamiento masivo y servicios básicos colapsados; los datos provienen del Ministerio de Salud de Gaza y son los que las agencias humanitarias utilizan operativamente, señalando sus límites metodológicos.
La deriva de la estrategia de Netanyahu
Tras el 7-O, el gobierno de Benjamín Netanyahu estructuró su política sobre el objetivo de “destruir a Hamás”, combinando bombardeos, campañas terrestres sucesivas y operaciones extraterritoriales. La Corte Internacional de Justicia dictó medidas provisionales (enero–mayo de 2024 y luego en nuevas resoluciones) para prevenir actos de genocidio, garantizar la entrada de ayuda y “detener” la ofensiva en Rafah, además de mantener abiertos los accesos humanitarios; aun así, la campaña continuó con altos costos civiles y de infraestructura.
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El investigador y analista internacional de la Universidad Bernardo O’Higgins, Francisco Ocaranza Bosio, subraya que el 7-O “desmoronó supuestos básicos” de la seguridad israelí y convirtió la supervivencia política de Netanyahu en un equilibrio inestable: la guerra le dio margen para sostener su coalición más dura, pero lo dejó atrapado entre la presión internacional, las familias de rehenes y la amenaza de ruptura de sus socios ultranacionalistas. A dos años, su balance es “ambivalente”: la ofensiva habilitó decisiones tácticas, pero no consolidó una ventaja política estable ni un plan de posguerra viable.
Hamás y la sociedad palestina: apoyo relativo, desgaste extremo
Antes y después del 7-O, Hamás gobierna Gaza desde 2007 y ha alternado administración y guerra; su carta de 2017 matizó el lenguaje del manifiesto de 1988, pero mantuvo la negativa a reconocer a Israel, aceptando a lo sumo un Estado palestino en las fronteras de 1967 como “consenso nacional”. En la guerra, la organización perdió cuadros y capacidades, pero retuvo núcleos de mando, una fuerza guerrillera reducida y la “palanca” de los rehenes, mientras su legitimidad social se resiente por la devastación y el colapso de servicios.
Ocaranza caracteriza este escenario como una “supervivencia operativa” más que de gobierno: si el arreglo posguerra excluye a Hamás, tendería a mutar en insurgencia persistente; si obtiene canjes sustantivos y retirada israelí, proclamará una victoria de supervivencia.
Coste humanitario y derecho internacional
Las cifras de OCHA describen una crisis sin precedentes: miles de muertos y heridos, destrucción extensa de viviendas, hospitales y escuelas, y desplazamiento repetido de la mayoría de los 2,1 millones de habitantes. En paralelo, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional solicitó órdenes de arresto contra líderes de Hamás y, del lado israelí, contra Netanyahu y su ministro de Defensa por presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad; luego, la CPI informó sobre la emisión de órdenes y rechazó impugnaciones jurisdiccionales. Todo ello elevó los costos reputacionales y jurídicos para actores clave.
El conflicto reactivó debates sobre el reconocimiento del Estado palestino: en 2025, España, Irlanda , Noruega y Francias (entre otros) lo formalizaron de forma coordinada, tensando relaciones con Israel e introduciendo fisuras entre aliados occidentales. Estas decisiones, alimentadas por la crisis humanitaria en Gaza, marcaron un punto de inflexión simbólico en Europa.
Cisjordania: asentamientos y horizonte de dos Estados
Durante 2025, Israel aceleró la expansión de asentamientos y la regularización de puestos de avanzada, con anuncios que organizaciones como Peace Now y varios gobiernos consideran incompatibles con un Estado palestino viable y contrarios al derecho internacional. Estas medidas —incluido el impulso del polémico plan E1— profundizan la fragmentación territorial y agravan la violencia de colonos y demoliciones.
Antecedentes clave previos al 7 de octubre de 2023
— Oslo (1993–1995): estableció la Autoridad Palestina y un marco transitorio hacia la solución de dos Estados, nunca culminado. Tres décadas después, incluso líderes israelíes han desmarcado a su país de ese espíritu negociador.
— Toma de Gaza por Hamás (2007) y bloqueo: tras vencer a Fatah en las urnas y el subsiguiente quiebre interno, Hamás asumió el control del enclave. Israel y Egipto impusieron un bloqueo que Tel Aviv justifica por motivos de seguridad y que, según organismos y ONG, castiga a la población civil y devastó la economía local.
— Ciclos de guerra (2008–2014 y siguientes): rondas de escaladas y treguas dejaron un patrón de destrucción recurrente, sin proceso político sostenible, con impactos acumulativos en infraestructura y cohesión social.
Qué cambió en la región y en el mundo
El 7-O recolocó la cuestión palestina en el centro del orden regional, interrumpió procesos de normalización árabe-israelí y elevó el riesgo de choques directos Israel-Irán y desbordes en Líbano, Siria y el mar Rojo. La opinión pública occidental se tornó más crítica de la operación israelí, mientras aliados debatieron condicionar ayuda y exportaciones de armas. En este clima, Ocaranza describe un Medio Oriente más frágil, con “líneas rojas cruzadas” y una Israel más dispuesta a la acción preventiva, a costa de un aislamiento creciente.
Escenarios
La salida depende de tres vectores entrelazados: (1) acuerdo de alto el fuego y canje que atienda rehenes y prisioneros; (2) garantías verificables para ayuda masiva y reconstrucción; y (3) gobernanza posguerra aceptable para la población de Gaza y con aval regional, que reabra un horizonte creíble de dos Estados. Sin estos pilares, advierte Ocaranza, la “insurgencia persistente” —de Hamás o de nuevas expresiones— seguirá siendo el desenlace por defecto.
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