¿Qué está pasando entre Tailandia y Camboya? Las claves del conflicto que podría escalar a una guerra
Una disputa centenaria por zonas limítrofes y templos religiosos ha desencadenado la mayor escalada militar en más de una década entre ambos países.
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La tensión en la frontera entre Tailandia y Camboya ha llegado a un punto crítico esta semana, tras duros enfrentamientos armados que dejaron al menos 16 personas muertas y decenas de heridos.
El conflicto, que se arrastra desde hace más de un siglo, se ha reactivado con fuerza tras meses de crecientes provocaciones y una grave crisis política en Bangkok.
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Corría 1907
El origen de la disputa se remonta a 1907, cuando Francia —entonces potencia colonial en Camboya— trazó la frontera entre ambos países. Tailandia, que no fue colonizada, nunca reconoció completamente los límites impuestos por los franceses, especialmente en torno a sitios como el templo jemer de Preah Vihear, que ambos países reclaman.
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A lo largo de los años, estos desacuerdos han derivado en múltiples choques militares. Sin embargo, los enfrentamientos iniciados el jueves 24 de julio son los más intensos desde 2011: aviones F-16, artillería pesada, tanques y drones han sido desplegados en al menos 12 puntos de la frontera. Tailandia decretó la ley marcial en ocho distritos, evacuando a más de 100 mil personas.
Ambos gobiernos se acusan mutuamente de iniciar los ataques. Phnom Penh asegura que Tailandia bombardeó con municiones de racimo, prohibidas internacionalmente, mientras que Bangkok afirma que Camboya atacó zonas civiles y un hospital.
La situación se agrava por la inestabilidad política en Tailandia, donde la primera ministra Paetongtarn Shinawatra fue suspendida tras la filtración de una llamada con Hun Sen, expresidente camboyano. La crisis interna, sumada a la histórica influencia del Ejército tailandés en política, ha llevado a analistas a advertir sobre un posible golpe militar.
Aunque países vecinos como Malasia y potencias como Estados Unidos, China y la ONU han llamado al diálogo, Bangkok insiste en resolver el conflicto sin mediadores. Mientras tanto, la población civil a ambos lados de la frontera vive entre refugios, explosiones y un creciente temor a una guerra abierta.
“Estamos en estado de alerta máxima”, declaró un funcionario tailandés en Surin, mientras decenas de templos milenarios y zonas boscosas vuelven a ser campos de batalla.