VIDEOS. “Dicen ‘vamos a jugar con las colitas’”: la historia de Cóndores, el primer equipo chileno en desafiar la homofobia en el fútbol nacional
En un país donde el deporte rey sigue siendo terreno hostil para la diversidad sexual, Cóndores lleva casi dos décadas demostrando que en la cancha son todos iguales.

ADN / Ruth Cárcamo
En Chile, el fútbol sigue siendo un espacio donde la discriminación y los prejuicios contra las personas LGBT+ persisten con fuerza. En este contexto nació Cóndores, el primer equipo de fútbol gay del país, que desde 2006 ha creado un refugio seguro y visible para quienes aman el deporte, pero también quieren ser ellos mismos.
Carlos Ureta, presidente del club, recordó a Orgullo en Tu ADN que la idea surgió cuando los invitaron a un torneo de la diversidad en Argentina. “Al volver a Chile, se ve esta necesidad, un espacio seguro. Vieron lo que se vivía en Argentina, mucho más equipos, mucho más visible, más normalizado", contó. Y lo lograron: casi 20 años después, Cóndores no solo es un equipo consolidado, sino también un símbolo de resistencia frente a la homofobia.

Aunque el club compite regularmente en torneos abiertos, la discriminación no ha desaparecido. “En muchos campeonatos llegamos con la bandera de la diversidad y nos miran por sobre el hombro. El prejuicio siempre fue: ‘vamos a jugar con las colitas’. Con eso evidencias que la discriminación sigue existiendo en materia deportiva, como que está categorizado para cierto tipo de personas, la heterosexualidad que predomina el deporte. Por eso sigue siendo noticia cada vez que un futbolista se declara homosexual“.
“Nunca más fui a la cancha”
Esa experiencia la comparte Cristián Alfaro, uno de los fundadores y actual director técnico, exjugador de Palestino. “Yo jugué, entrené en Palestino. Yo tenía que pasar al primer equipo, pero en 2006, no tenías la cabeza, no tenías el apoyo. No podías decirle a una persona ‘me están atrayendo los hombres’, si jugaba a la pelota”.
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Con el tiempo, cuando decidió dejar el fútbol profesional y asumirse tal como era, su relación con su antiguo entorno cambió de manera radical. “Si se enteraron, pero yo nunca más hablé con ellos. Si, nunca más fui a la cancha, nunca más me junté con nadie”, reconoció. Y en la misma, explicó con la razón de ese distanciamiento: “Por sentirme apuntado”.
Con los años, esa tensión fue cediendo y mirando hacia atrás, siente Alfaro, siente que construyó algo que trasciende lo deportivo. “Es como dijo un amigo: 'esto es tu hijo‘“. Desde que volvieron de ese primer Mundial en Argentina, la idea fue clara: “Nosotros dijimos, este va a ser un espacio seguro para la gente gay que juegue a la pelota y se pueda sentir tranquila.
“Presiones externas”
Para Daniel González, director del club, la clave está en la normalización. Aunque él nunca sintió discriminación personal al jugar en equipos heterosexuales, reconoce que muchos compañeros han debido enfrentar el bullying y la violencia verbal. “El problema es la presión externa: de las marcas, de los dirigentes, del público. Todavía no estamos preparados para ver a un jugador profesional que salga del clóset sin que eso le cueste su carrera”, afirma.

La diferencia es tan marcada que cada junio, durante el Mes del Orgullo, varios clubes profesionales se ponen brazaletes multicolor o publican mensajes inclusivos, pero luego guardan silencio el resto del año. “, critica González.
“No se discrimina”
Aun así, Cóndores se ha convertido en un ejemplo de inclusión real. Hoy su plantel está compuesto por jugadores gays, heterosexuales, personas migrantes y trans. “Sería ilógico que nosotros discrimináramos. Aquí todos son bienvenidos mientras respeten este espacio”, dice Alfaro. Entre ellos, no importa a quién amen. Solo importa que quieran jugar.
Para sus integrantes, la cancha de Cóndores es más que un lugar para entrenar. “Aquí se forma una familia. Cuando llegas, con el tiempo se te olvida que afuera hay prejuicios. Empiezas a vivir tu vida sin esconderte”, manifestó.
Y aunque reconocen que falta mucho para que el fútbol chileno sea verdaderamente diverso, tienen la convicción de que su trabajo siembra pequeñas semillas de cambio.

“Los niños de 10, 12 años también tienen otro switch, otra mentalidad en tema de diversidad. Entonces yo creo que vamos a enfrentarnos, de aquí a 10 años ya va a empezar a hablarse de esto, pienso yo. Quizás en 15, 20 años más lo normalicen a nivel máximo. Esperemos que sea así para que nadie tenga que vivir oculto en la sombra o en un mundo donde no puede ser el mismo“, concluyó.

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