Nostalgia, virtuosismo y energía brindaron Deep Purple y Journey
Las dos clásicas bandas dieron forma a una jornada emocionante y llena de energía en el Estadio Santa Laura.
Santiago
Una genuina fiesta rockera masiva, llena de catarsis colectiva se vivió anoche en el Estadio Santa Laura, con la muy anticipada conjunción de dos icónicas bandas del rock clásico, como son Deep Purple y Journey.
Los segundos eran los anfitriones, ya que es parte de la gira con que celebran 50 años de trayectoria, y para su parada en Santiago invitaron a los británicos, dando forma a un doble cartel irresistible. Y toda la anticipada emoción de los rocanroleros del país se terminó de desatar en el antiguo coliseo de Independencia. Los chilenos Aleste abrieron la jornada, calentando la parrilla para que lo vendría después.
Deep Purple: siempre emocionantes
Aunque hayan venido en múltiples ocasiones, siempre es emocionante ver en vivo a Deep Purple. Y es un privilegio que el grupo siga tan activo, incluyendo a tres integrantes históricos, cuando otras bandas de antaño a veces cuentan con solo uno.
Energía les queda todavía a Ian Gillan (voz), Roger Glover (bajo) e Ian Paice (batería), la que es aumentada por la presencia de Don Airey (teclados) y el guitarrista irlandés Simon McBride, quien se unió hace tan solo dos años para reemplazar al virtuoso Steve Morse.
Desde hace muchos años que el arranque de los shows de Purple es “Highway Star”, el energético tema sobre automovilismo que abre el emblemático disco ‘Machine Head’. Ideal para subir la adrenalina. De ahí, una sucesión de clásicos como “Into the Fire”, “Lazy” y “When a Blind Man Cries”, alternados con algunos nuevos cortes de su reciente álbum titulado ‘=1′.
Tal como en anteriores visitas, el solo de teclados de Airey incluyó un pedacito de “Gracias a la Vida”, lo que en vísperas de Fiestas Patrias fue una grata coincidencia. Y siendo que el grupo ya había venido el año pasado con McBride en las seis cuerdas, esta segunda presentación nos deja con una idea más clara de su perfil en relación a su antecesor. McBride es más agresivo, más en la tradición del hard rock, mientras que el estilo de Morse se acercaba más al mundo del rock progresivo.
La demoledora “Space Truckin” fue el inicio del climático segmento final, para luego rematar con la inevitable “Smoke on the Water”, coreada a todo pulmón por el estadio. Y como bis, “Hush”, proveniente del hermoso pero subvalorado disco debut del grupo, y el adiós definitivo con “Black Night” y su tarareable riff.
Journey: atractivo musical y visual
A Journey los hemos visto mucho menos. Fue grande la frustración de los fans chilenos cuando cancelaron su presentación en el festival de Viña el 2006 (siendo reemplazados por Kansas), pero dos años después se concretó, y por partida doble, ya que también actuaron en San Carlos de Apoquindo. Luego, otra venida en 2011, y trece años hubo que esperar para volver a apreciarlos.
En ese primer y televisado debut, el grupo estrenó a su nuevo vocalista, el filipino Arnel Pineda, quien esa vez se robó la película con su capacidad de emular casi a la perfección la inconfundible voz de Steve Perry. Él continúa, junto a sus acrobáticos movimientos en escena, y se muestra como un consolidado frontman. Un espectáculo en sí mismo.
También está el que constituye un pilar esencial del sonido de la banda de San Francisco, el “guitar hero” Neal Schon. Otro histórico es Jonathan Cain (teclados/guitarra rítmica), y completan la actual formación Todd Jensen (bajo), Jason Derlatka (teclados) y Deen Castronovo (batería).
Dos singles de mediados de los ‘80, “Only the Young” y “Be Good to Yourself”, dieron inicio a un show caracterizado por un intenso juego de luces y apoyo audiovisual, aunque algunos problemas de sonido perjudicaron a los teclados durante buena parte de su desarrollo.
Eso no impidió gozar con un cúmulo de “hits”, como la nostálgica “Lights”, y las muy radiales “Send Her My Love”, “Who’s Crying Now”, y “Lovin’, Touchin’, Squeezin’”. Todo material que dio para hacer trabajar las gargantas de los presentes hasta el extremo.
Un punto alto a destacar fue un electrizante segmento solista por parte de Schon, un super virtuoso que no debe subestimarse a la hora de hablar de los grandes guitarristas de rock de la historia. Y sumamente emotiva resultó la romántica balada “Open Arms”, antecedida por una sensible introducción de piano por parte de Cain, quien para las últimas canciones de la noche vistió la camiseta de Colo-Colo.
El grupo puso toda la carne a la parrilla hacia el final con las elementales “Wheel in the Sky”, “Separate Ways (Worlds Apart)”, “Dont Stop Believin” y “Any Way You Want It”. Éxtasis total para concluir la jornada.
Créditos imágenes: Kena Luppichini
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