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¿Es usted feliz? Yo sí, pero…

Francisco Mouat revisa en ADN la obra del periodista chileno.

¿Es usted feliz? Yo sí, pero…
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Francisco Mouat

El abogado y profesor Agustín Squella publicó en los últimos años tres libros que conforman una interesante trilogía de la vacilación: ¿Cree usted en Dios? Yo no, pero… ¿Es usted liberal? Yo sí, pero… y finalmente ¿Es usted feliz? Yo sí, pero… En el caso de ¿Es usted feliz?…, se trata de un texto lúcido y muy personal en donde pasa revista a una veintena de autores valiosos, desde Montaigne hasta Martha Nussbaum, y aprovecha de criticar a la lucrativa industria de la felicidad, ese negocio de estos tiempos en forma de libros de autoayuda, bebidas de fantasía, iniciativas ridículas como el Ministerio de la Felicidad en Bután y seminarios de alto costo sobre liderazgo positivo que entre otras cosas prometen develar las siete o diez claves para ser felices.

Squella escribe desde otro sitio, ajeno a la moda y el manoseo de la palabra felicidad. Sus reflexiones, por lo mismo, no son una fórmula de nada, sino apenas el desahogo de un ciudadano incompleto que se declara feliz pero no contento.

Sobre la ternura, dice Squella: "La luz inconfundible y dadivosa de la ternura. ¿Buscas la felicidad? Continúa en ello, pero agradece entretanto la ternura, venga de quien venga, aun en el caso de que se trate de una desesperanzada ternura y de que se manifieste en gestos leves y ocasionales que tengan para contigo personas que no conozcas y que nunca volverás a ver en tu vida. Agradece también la normalidad, que puede ser de lo más revolucionaria. ¿Para qué empecinarnos en ser felices si podemos ser normales? Es probable que a un lector joven mi loa a la normalidad pueda parecerle conservadora, pero algún día comprenderá su valor. Como en tantas otras cosas, solo es cuestión de tiempo".

Sobre el desasosiego: "De un tiempo a esta parte no hay mañana que no despierte con una opresión en el centro del pecho, y el cardiólogo me dice que no tiene nada que ver con el corazón. Busco entonces el motivo y no encuentro ninguno, salvo hallarme vivo (…) Tener la vida es tener un bien, el bien de los bienes, y por intenso (feliz) que pueda ser su disfrute, ella nos deja siempre un fondo de desconcierto y de tristeza, una especie de borra que no acabamos nunca de eliminar".

Sobre aquellos lugares sagrados (cafés, bares, hipódromos, estadios, librerías, templos vacíos, restaurantes) sin los cuales no es siquiera imaginable la vida: "La felicidad no es únicamente paz, ese breve y efímero sosiego que encuentro en sitios como estos, tan breve y fugaz como el tiempo que puedo permanecer en ellos, pero siento que la felicidad, o alguna media hermana de ella, está allí, agazapada, mostrando por un rato uno de sus mejores rostros: el de la serenidad, el de la suspensión de todo enjuiciamiento".

Leer a Squella nos remite a un brevísimo ensayo de Claude Roy llamado El amante de las librerías, que dice en sus mejores páginas: "Nunca he podido considerar a los libros como una especie de carne seca, apergaminada, o como las flores marchitas de un herbario muy antiguo, demasiado tiempo prensado y olvidado, que vive una vida de segunda calidad. No mezclo a los seres y los libros, porque intento tratar a los libros como ellos me tratan a mí, es decir, de hombre a hombre. Los libros son personas, o no son nada".

¿Es usted feliz? Yo sí, pero…, de Agustín Squella, de Lolita Editores.

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