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Cristian Alarcón sobre su novela «El tercer paraíso»: «Es un modo de gestionar la felicidad que no incluya la idea de consumo»

Nacido en La Unión y radicado en Buenos Aires, el director de revista Anfibia conversó en la Pauta B, de ADN, sobre la trastienda de la novela que le significó el reputado premio.

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Cristian Alarcón, ganador del Alfaguara 2022, por su novela El tercer paraíso - Pauta B - 10 de mayo de 2022

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Escritor antes que periodista. Así se presenta el argentino-chileno Cristian Alarcón en la solapa de El tercer paraíso, su última novela, que le valió el Premio Alfaguara de Novela 2022, cuyo premio fueron US$175 mil y una escultura del artista español Martín Chirino.

Ficción con tintes autobiográficos, el narrador que construye el también director de la reputada revista trasandina Anfibia repasa su historia familiar en La Unión, en la región de Los Ríos, en años de dictadura militar. A ello suma el exilio en Argentina, los viajes para reconstruir su propia historia y cómo ese ejercicio de memoria se cruza con una obsesión por la botánica que, en conversación con Pauta B, de ADN, el autor admitió como algo mucho mayor que la que tiene (o tuvo) en el día a día.

Sus publicaciones anteriores siguieron una línea distinta: Cuando me muera quiero que me canten cumbia y Si me querés, quereme transafueron dos novelas de no ficción que tenían como tema el narcotráfico, una radiografía sociológica del mundo delictual.

«El narcotráfico es una estructura que, cuando se produce un vacío, el sistema impulsa para llenarlo. Cuando uno muere, en la acumulación de poder primario, en ese capitalismo primario en extremo, olvidándose de la dignidad, inmediatamente habrá alguien que lo querrá llenar. Me pregunté: ¿cómo puede haber alguien haciendo algo pensando siempre en que lo quieran eliminar? Por eso terminé escribiendo El tercer paraíso. Es un modo de felicidad, de gestionar la felicidad, que no incluya la idea del consumo», explicó.

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Pese a Los Andes como gran división entre un país y otro, Alarcón nunca soltó del todo su país de origen: «El que se va, regresa como puede. Nosotros lo hicimos durante toda la dictadura: vinimos los 18 de septiembre y vinimos a ver a los abuelos».

«Nosotros no salimos como exiliados políticos. La novela cuenta parte de esta historia, estos personajes que creo a partir de algunos personajes de mi propia familia, son unos desterrados de sí mismos: exiliados sociales, económicos y culturales. La opresión no era solo de dictadura, había un clima que en las casas se traducía en el alcohol, en el juego, en estar encerrado, en los toques de queda que se quedaban en las almas. La dictadura significó para las personas otras cosas, pero por las necesidades de reivindicar luchas históricas, se ha tenido que hacer reclamos efusivos. El pueblo sufrió de otras formas».

La novela, finalmente, sirvió para rescatar la memoria familiar con lo botánico, para «trazar ese camino que nunca se interrumpió. Descubrí que esa cordillera que nos separa nunca fue una frontera, sino una vía de comunicación entre los dos países».

Hay, también, una presencia importante de mujeres en las páginas de El tercer paraíso. El motivo, a juicio del escritor, es por un comportamiento latinoamericano: «Los niños y las niñas están cerca de las mujeres porque los hombres suelen estar lejos. Los hombres están en las faenas cotidianas para parar la olla, pero también porque se refugian en los vicios. Y otro, porque son abandónicos: está lleno de mujeres solas».

«En invierno quedaba enredado en la falda amorosa de las abuelas que nos han salvado de la violencia y nos han protegido a su modo. El revés de madres y abuelas, sabemos de qué se trata. Yo era un niño muy mariquita y está en la novela, y ser diferente, para mi generación, fue terrible. Me alegra el cambio porque hay menos sufrimiento clasificado en la binariedad. Las mujeres han sido la clave de sobrevivir, de la compañía y de la condena: en la novela se replica la violencia que recibieron de los hombres y en esta cadena nunca se termina. Esto sigue ocurriendo», concluyó.

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