Festival Musicahora de La Serena celebró 20 años con atractivas propuestas
El encuentro dedicado a la composición clásica contemporánea, incluyó teatro musical, música orquestal, guitarra experimental y la presencia del compositor Orlando Jacinto García.
Son 20 años de ser uno de los más atractivos festivales dedicados a la nueva música en el ámbito de la tradición escrita, y un foro ineludible para la difusión de compositores chilenos, de reflexionar en torno al arte contemporáneo y de vitrina para propuestas de todo Chile y el extranjero.
El festival Musicahora de La Serena llega a las dos décadas gozando de excelente salud, y los celebró con una edición 2024 repleta de sabrosas propuestas, que dan cuenta también del buen nivel de la composición en Chile.
El evento gratuito, realizado en el Departamento de Música de la Universidad de La Serena, se inició el lunes 2, significativamente con un merecido homenaje a la fallecida compositora finlandesa Kaija Saariaho, figura señera que nos dejó el año pasado. Estuvo en manos del dúo conformado por Ayako Okubo (flautas), y Olivier Manuel (percusiones), provenientes del ensamble francés HANATSUMiroir. La pieza de Saariaho, ‘Laconisme de l’aile’ fue un bálsamo inspirador, dejando ver la fina artesanía de la compositora y su particular manejo de la estética espectralista. Obras de los creadores franceses Daphné Hejebri y Sylvain Marty mostraron diversas posibilidades de conjugar los sonidos percutidos y soplados con la electrónica. Más interesante estuvieron las dos piezas del compositor chileno radicado en Francia, Matías Rosales, caracterizadas por los juegos rítmicos, en base a desfases, “ritmos falsos”, y un atractivo uso de lo electrónico, muchas veces usando sonidos vintage, de esos que recuerdan sintetizadores antiguos, pero adaptados a su propio lenguaje personal.
El martes 3 se mostró una interesante propuesta por parte del joven compositor Iván-Manuel Tapia Bruno. Un teatro sonoro titulado ‘No Tengo Boca, y Debo Gritar’, con asistencia escenográfica de Francisco Layera, y libreto de Felipe Pizarro, quien además es el actor de esta especie de monodrama, sostenida por imágenes audiovisuales, diapositivas y elementos decorativos.
La música es una base electrónica manejada por el compositor desde su laptop, la cual otorga sugerentes atmósferas en sintonía al concepto basal, que vendría a ser la angustia del ser humano frente al avance de la inteligencia artificial.
Miembros del conjunto residente del festival, Ensamble Musicahora, se tomaron el escenario el miércoles 4. Formado en su mayoría por solistas reconocidos de la escena local, el concierto estuvo a cargo de principalmente dos: el oboísta José Luis Urquieta y el flautista Gerardo Bluhm.
Urquieta interpretó primero ‘Venti’ de Antonio Carvallo, una pieza nutrida por sus investigaciones en el sonido. De hecho, tenía un cierto aire a música electroacústica, pese a que no contaba con soporte informático. El reconocido oboísta también dio vida a ‘Pututu II’ de la joven compositora peruana Claudia Sofía Álvarez, que emula un aerófono de su país, alternando efectos con momentos de tensión.
Bluhm en flauta sola abordó ‘Rito’ de Félix Cárdenas, y ‘Puna’ de Jorge Pepi-Alos, ambas piezas conectadas conceptualmente por su alusión a culturas originarias, aunque estéticamente divergentes. Una faceta algo más abstracta de lo que se escucha habitualmente de Cárdenas, pero rica en evocación y atmósfera. La obra de Pepi-Alos se basa en extremos de registros y ritmos atrayentes. Bluhm posee un muy bello sonido.
Ambos intérpretes se unieron luego para la breve ‘Busco un Síndrome Aúreo’ de Fernando Fernández, compositor de tan solo 22 años, dando cuenta del flujo constante de nuevos creadores que van apareciendo en el país.
El punto cúlmine fue la obra ‘Una Luz en la Neblina Distante’ de Orlando Jacinto García, compositor cubano-estadounidense, profesor en Miami, que es considerado uno de los más eminentes de las Américas, y que fue uno de los invitados internacionales al festival. Es una partitura para percusiones y oboe solista, con Urquieta en el doble rol de intérprete y director. Los percusionistas fueron Pablo Pallero, Nydia Morgado, Benjamín Ulloa y Benjamín Urrutia.
En todo momento se apreció el fino trabajo y el nivel técnico-artístico de García, lo que fue secundado por una interpretación acorde. Una precisión lograda a través de la plasticidad de Urquieta quien tocaba las virtuosas partes y dirigía a las percusiones “adrenalínicamente”. Música muy colorida, en base a materiales transparentes y relucientes, que dan cuenta de una voz única y original en la música contemporánea.
Antes de ellos, se mostraron piezas resultantes del Taller de Creación de la Licenciatura en Música de la universidad, con obras escritas colectivamente por los estudiantes.
Un punto alto fue la actuación el jueves 4 de los dos guitarristas Diego Castro y Erik Marroquín, quienes hace un tiempo trabajan en conjunto para repertorio de exigente nivel de complejidad. Castro inició el programa en solitario con una pieza compuesta para él por el importante compositor británico Christopher Fox. ‘The Pursuit of Happiness’ se caracteriza por exquisitos deslizamientos de notas, que dan paso a pequeñas células temáticas, bien hilvanadas entre sí.
Luego, el festival tuvo el honor de contar con un estreno absoluto del ya mencionado compositor O.J. García. ‘Transformaciones Sonoras’ fue creada para el contexto de Musicahora, y en ella se dejan ver un óptimo manejo de los recursos, más una variedad tímbrica la cual el autor deja respirar durante el desarrollo. La interpretación de los guitarristas fue comprometida y virtuosa.
En diversas ocasiones el encuentro ha contado con música de Francisco Silva Cárdenas, quien es uno de los nombres más sólidos de su generación, la de los nacidos a fines de los 70s. La pieza ‘Intra’ fue estrenada hace tres años por este mismo dúo, y ya la habíamos destacado para entonces en este mismo espacio de opinión debido a su fina artesanía.
El cierre se vivió con la extensa ‘Salut für Cauldwell’ de Helmut Lachenmann, acaso una de las piezas modernas más importantes para dos guitarras. Como es habitual de este ya veterano compositor, es importante la búsqueda de nuevos sonidos, donde los instrumentos se tratan de maneras no habituales. Una sección central, en que ambos músicos deben recitar rítmicamente mientras percuten sus guitarras, fue acompañado por una diapositiva con la traducción del texto, lo que ayudó a su mejor comprensión. La obra fue muy cálidamente recibida por los presentes, cerrando en alto esta presentación.
La jornada final, como es tradición, estuvo a cargo de la Orquesta Sinfónica U. La Serena (OSULS), dirigida por la maestra argentina Natalia Salinas. Fueron tres estrenos absolutos, comenzando con ‘Cantos Negros’ de quien es además el director artístico de Musicahora, Esteban Correa. Es un concerto para guitarra eléctrica y orquesta, donde ofició de solista el joven músico rancagüino Javier Dinamarca.
Como su autor cultiva el instrumento en distintos proyectos, la obra es esperablemente idiomática, incluyendo finas alusiones al mundo del rock. Dinamarca tocó con convicción secundado por el energética de directora y orquesta. Solo se echó de menos una cadenza solista en que se pudiese apreciar más el trabajo de la guitarra sin acompañamiento.
En el medio se ubicó ‘Dipstelle du Soir’ de Fernando Guede, cuyo mundo sonoro se acerca más al mundo sonoro del modernismo de mediados del siglo XX, pero que sigue siendo influyente hoy en día. Este fresco orquestal es colorido, y la maestra Salinas fue hábil en conseguir un reluciente sonido por parte de la OSULS. Precisamente fue la única obra del programa netamente orquestal, por lo que se apreció a cabalidad el trabajo de los músicos.
El cierre del concierto tuvo un sentido de catarsis comunitaria. Anaís Lua fue una muy joven poeta de la ciudad, y que falleció en un terrible accidente. La escritora serenense Natalia Figueroa escribió en su recuerdo tres cuecas. Y aquí cueca debe entenderse en el sentido literario, con su respectiva métrica y estructura de versos. Luego la compositora chilena radicada en Inglaterra, Sofía Vaisman, musicalizó estos textos para dar forma a una cantata titulada ‘Cueca de la Temprana Muerte’.
Para este estreno se contó con la participación del Coro ULS, preparado por Valeska Cabrera. La pieza trata los poemas de manera rapsódica, dando forma a pasajes bien diferenciados, a ratos elegíacos y a ratos aludiendo aludiendo a elementos musicales de pueblos originarios, apreciándose siempre de manera palmaria el sentir de las autoras frente a la tragedia en cuestión. Lo más loable de todo fue la dedicada labor del coro, el cual esperamos que pueda seguir colaborando con la orquesta en más repertorio, ya que aquí la conjunción entre ambos conjuntos fue afortunada.