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Científicos introducen proteínas de tardígrados en células humanas con un sorprendente resultado

Se trata de uno de los seres más resistentes del mundo. Pueden sobrevivir a temperaturas extremas, falta de oxígeno, radiación, etc.

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Water Bear, Phylum Tardigrade, showing all eight 8 legs, microscopic, free swimming, microscope, freshwater, Blue background, outline, transparent, White Light Illumination, pond, can survive tremendous heat and cold, radiation and vacuum, turns into rest

Water Bear, Phylum Tardigrade, showing all eight 8 legs, microscopic, free swimming, microscope, freshwater, Blue background, outline, transparent, White Light Illumination, pond, can survive tremendous heat and cold, radiation and vacuum, turns into rest / Robert Pickett

No es de extrañar que el interés científico por los tardígrados no haya disminuido. Estas criaturas microscópicas, también conocidas como osos de agua, han demostrado ser capaces de soportar condiciones extremas que serían letales para casi cualquier otra forma de vida. Desde sobrevivir a temperaturas cercanas al cero absoluto hasta soportar la exposición directa al vacío espacial, los tardígrados parecen tener superpoderes. Además, pueden permanecer en un estado de deshidratación profunda durante décadas, sobreviviendo sin comida ni agua, y soportar niveles de radiación que serían mortales para los humanos.

La clave de su supervivencia se encuentra en su capacidad para entrar en un estado de animación suspendida llamado biostasis, durante el cual se convierten en una especie de bola deshidratada y su metabolismo se reduce a niveles casi indetectables. Esta habilidad no solo es fascinante, sino que podría tener aplicaciones prácticas para la ciencia médica y la biotecnología.

Ralentizar los procesos metabólicos

Siguiendo esta línea de investigación, un equipo de la Universidad de Wyoming (UW) ha dado un paso adelante en la comprensión de cómo los tardígrados manejan estas hazañas aparentemente imposibles. Su estudio, publicado en la revista Protein Science, se centra en las proteínas específicas que estos animales utilizan para entrar y salir de la biostasis bajo condiciones de estrés ambiental severo.

ADN
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La investigadora Silvia Sánchez-Martínez, junto con el equipo del profesor adjunto Thomas Boothby, del Departamento de Biología Molecular de la UW, ha descubierto que una proteína de tardígrado, denominada CAHS D, juega un papel crucial en este proceso. Al introducirse en células humanas, esta proteína adopta una forma gelatinosa, ralentizando los procesos metabólicos de manera similar a como ocurre en los tardígrados.

“Sorprendentemente, cuando introducimos estas proteínas en células humanas, se gelifican y ralentizan el metabolismo, igual que en los tardígrados”, afirma Sánchez-Martínez. “Además, al igual que los tardígrados, cuando pones las células humanas que tienen estas proteínas en biostasis, se vuelven más resistentes al estrés, confiriendo algunas de las capacidades de los tardígrados a las células humanas”, agrega.

Volver al metabolismo normal

Lo más destacado del estudio es la demostración de que este mecanismo de protección contra el estrés puede ser reversible. “Cuando se alivia el estrés, los geles de tardígrados se disuelven y las células humanas vuelven a su metabolismo normal”, afirma Boothby.

“Nuestros hallazgos abren una vía para la búsqueda de tecnologías centradas en la inducción de la biostasis en células e incluso organismos enteros para ralentizar el envejecimiento y mejorar el almacenamiento y la estabilidad”, concluyen los investigadores.

Aunque el estudio aporta evidencia prometedora sobre el potencial uso de las proteínas de tardígrado en la medicina y la biotecnología, incluyendo la posibilidad de mejorar el almacenamiento de células madre sin necesidad de refrigeración, los investigadores advierten que aún queda mucho camino por recorrer. Los experimentos realizados hasta ahora solo ofrecen indicios preliminares, y será necesario realizar más investigaciones para confirmar estos resultados y explorar plenamente sus implicaciones.

Felipe Espinosa Wang con información de la Universidad de Wyoming, Science Alert y Live Science

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