Opinión / 100 días para enamorarse: cómo es la innovadora teleserie argentina que compró Mega
Premiada, reconocida y con un claro punto de vista sociopolítico, te contamos los desafíos de la próxima ficción del canal privado.

En una época convulsionada, donde las guerras culturales aprovechan cualquier espacio como campo de batalla y todo el mundo parece tener una opinión sobre todo, resulta interesante cómo una teleserie, un género tan acusado –muchas veces con injusta liviandad- de tradicionalista y enajenador de las conciencias de las masas brutas, termina haciéndose cargo de temas "de hoy" de forma efectiva, dramáticamente justificada, y evitando el panfleto o la pose adolescente de "transgresora".
Algo deben entender esas "masas brutas", que mientras le dan la espalda a modelos archirrepetidos –en Chile y en el mundo- le prestan atención a una propuesta que se ocupa de reflejar una época donde no solo cambian las formas de amar y sus impedimentos, sino las de autopercibirse y relacionarse con el mundo. Aunque sea para criticarla.
En tiempos de likes, retweets y menos miedo a discutir, un producto exitoso es el que no deja a nadie indiferente y destaca como un "imperdible" premiado y reconocido por su propuesta y factura.
Y en este contexto, hace poco, se anunció que Mega, el actual líder en ficción televisiva local, compró los derechos para hacer la argentina 100 días para enamorarse en Chile. Algo que no resulta novedoso: cada dos o tres años, algún canal local se apropia de algún éxito argentino para hacer su versión (Lola, Los Exitosos Pells, Graduados, Señores Papis).
El desafío será cómo hacerse cargo de este material sin descafeinarlo, ni hacerle perder su personalidad, y que pase lo que ocurre siempre: que buenas historias queden en manos de gente que no sabe qué hacer con ellas.
La ficción, disponible en TV paga a través de Telefé Internacional y desarrollada por Underground, la misma productora tras la controvertida, y muy entretenida, película "El Angel", o las biografías de Charly García y Gustavo Cerati que emite National Geographic, cuenta la historia de dos amigas en torno a los 40 que deciden enfrentar sus crisis de mediana edad poniendo a prueba lo que sienten por sus parejas.
Mientras Antonia (Nancy Dupláa) ve reaparecer a un amor del pasado, Laura (Carla Peterson) toma una decisión mucho más radical: un paréntesis de cien días con su marido y socio Gastón (Juan Minujín), en el que cada uno experimentará nuevos romances –entre ellos el chileno Benjamín Vicuña-, con reglas claras que no siempre terminan siendo respetadas. Como en la vida misma.
La serie aprovecha ese conflicto central para profundizar en otros que se alejan de los manoseados zigzagueos amorosos, intrigas o secretos del pasado, sin descuidar la esencia del género: las relaciones humanas y lo gravitante del amor y los lazos afectivos en la vida de hombres y mujeres.
100 días para enamorarse le saca partido con inteligencia a su galería de personajes, repartida con equilibrio entre adultos al borde de un ataque de nervios y millennials con ganas de cambiarlo todo, para instalar temas que van desde las familias diversas hasta el bullying escolar, el embarazo adolescente, la legalización del aborto, la bisexualidad e incluso la transexualidad a través del personaje de Juani, hija adolescente de Antonia, que a lo largo de la historia da el paso de convertirse física, social y legalmente en Juan, en un proceso no exento de dificultades pero naturalizado por su familia, amigos y gran parte de su entorno.
De hecho, en los capítulos recientes, acaba de aparecer un nuevo personaje venido de Chile, país de las oportunidades y que es gravitante en el guión original: la abuela de Juan no puede entender que su nieta se haya convertido en nieto y se despacha diálogos letales como "en Chile esto no pasa, querido", o no se arruga en comentar que bautizó a su hijo como Diego Augusto "por Pinochet".
Cabe esperar que, parafraseando a la insólita defensa de cierta actriz a una fallida teleserie de la década pasada, no tengamos que escuchar que "Chile no está preparado" para que un producto televisivo masivo sea capaz de tomar partido y de innovar en cuanto a la postura sociopolítica a la hora de contar una historia convocante.
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