• 19 DIC 2025

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Los 6 inventos que nacieron de la imaginación de Julio Verne

El mundo primero supo de algo parecido a Internet y viajes a la luna en las novelas del escritos y años más tarde otros las hicieron realidad.

Julio Verne (1828-1905) fue un escritor burgués, que se inspiró en revistas científicas y en su gran biblioteca, más que en viajes y vivencias personales, para escribir sus casi 100 obras publicadas. Es el segundo autor más traducido del mundo y el primero que convierte al científico en un héroe en la mayoría de sus libros.

 

Muchas de las cosas que imaginó en su obra, más adelante otros las inventaron. Acá una cortísima lista de ellas.

 

 

Internet, la red de comunicaciones

En la novela “París en el siglo XX” (1863), Verne habla de una red internacional de comunicaciones, la describe como algo parecido a un telégrafo mundial, que conectaría a distintas regiones para compartir información. Describía así las bases de lo que más tarde sería Internet. El libro cuenta la historia de un joven que vive en una ciudad con rascacielos de vidrio, trenes de alta velocidad y coches de gas, nada descabellado con lo que acabó siendo finalmente París en el siglo XX.
 
El primer submarino eléctrico

Isaac Peral creó el submarino eléctrico en 1888. Lo ideó como un arma de tracción eléctrica que circulaba por debajo del mar, una idea casi calcada al Nautilus, el submarino que Verne había descrito 18 años antes en Veinte mil leguas de viaje submarino (1870).
 
 
Fotografiar el fondo del mar

También en Veinte mil leguas de viaje submarino, el capitán Nemo toma una fotografía del fondo marino desde el Nautilus. Faltaban más de 20 años para que esto fuese posible. Y sucedió en 1899 gracias a Louis Boutan, pionero de la fotografía subacuática. Boutan se propuso fotografiar la vida submarina con la ayuda de su hermano: construyeron una gran cámara con un objetivo luminoso y, añadiendo algunas mejoras técnicas a este primer prototipo, obtuvo las primeras instantáneas realizadas a más de 50 metros de profundidad.
 
 
Volar en lugar de flotar (y el primer reloj de pulsera)

A pesar de haber escrito todo un tratado sobre los globos aerostáticos en Cinco semanas en globo (1863), Verne era partidario, para que el hombre conquistase el cielo, de crear grandes máquinas que pesasen más que el aire. Hasta su época, el hombre ya utilizaba globos, pero la influencia del autor en científicos como Santos Dumont hizo que se diese un paso adelante en la creación de aviones. Dumont, inspirado en Verne, fue el primer hombre en volar, en 1906, con un artilugio con motor diseñado por él mismo. "Sus progresos contribuyeron, sin duda, al avance de la aeronáutica", aseguran los comisarios. Ante la imposibilidad de pilotar el avión y al mismo tiempo mirar el reloj de bolsillo, Cartier creó para él el primer reloj de pulsera.
 
El paseo de Armstrong por la Luna

Con la verosimilitud de los hechos que Julio Verne contaba en De la Tierra a la Luna (1865) y en  Alrededor de la Luna (1870) los lectores pudieron soñar con la posibilidad de llegar a alcanzar el satélite. Las dos obras fueron escritas alrededor de 100 años antes de que el Apolo 11 llegara a la Luna. Los contemporáneos de Verne soñaban con un viaje que se hizo realidad en 1969, cuando Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre en pisar el satélite. En los libros de Verne hay coincidencias entre la ficción y los hechos: coinciden el lugar de partida —el cabo Cañaveral— y de aterrizaje —en el océano Pacífico— y algunas mediciones: describe que la nave debería estar protegida con paredes de aluminio de 20 centímetros y las del Apolo 11 tenían 30. O que costaría, según sus cálculos, alrededor de 12 millones de dólares y costó 14. Para los comisarios de la exposición, "Verne es, sin duda, el cuarto tripulante del Apolo 11".
 
La conquista de los polos

En Las aventuras del capitán Hatteras (1866), una expedición se embarca hacia la conquista del Polo Norte. Faltaban aún 40 años para que Robert Peary llevase a cabo finalmente esta hazaña, en 1909. De hecho, incluso en el libro de aventuras, Verne reconoce que la llegada de exploradores al Ártico no iba a ser algo que sucediese a corto plazo. Algo parecido sucedió con el Polo Sur: en La esfinge de los hielos (1897), los protagonistas llegan en barco hasta la misma Antártida. Pero no sería hasta 1909 que Ernest Shackleton lograse alcanzar el punto más al sur del planeta, donde nadie había llegado nunca antes. 

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