¿Existe el “estómago de postre”? La ciencia confirma por qué siempre puedes comer algo dulce aunque estés lleno
El fenómeno, conocido en Japón como “betsubara”, tiene una base biológica real: el estómago se relaja para recibir alimentos blandos y el cerebro busca recompensas sensoriales.

¿Existe el “estómago de postre”? La ciencia confirma por qué siempre puedes comer algo dulce aunque estés lleno / ABRAHAM GONZALEZ FERNANDEZ
Es una escena clásica de las fiestas: terminas de cenar sintiendo que no te cabe ni un bocado más, pero apenas aparece el postre, mágicamente encuentras espacio. ¿Es gula? ¿Es falta de voluntad? Según un artículo de ScienceAlert y The Conversation, la respuesta es biológica.
El fenómeno es tan común que en Japón existe una palabra para describirlo: “betsubara”, que significa literalmente “estómago separado”. Aunque anatómicamente no tenemos un órgano extra, la ciencia explica que nuestro cuerpo tiene mecanismos fisiológicos y psicológicos que actúan como si lo tuviéramos.
El estómago flexible y la digestión rápida
Michelle Spear, profesora de anatomía de la Universidad de Bristol, explica que el estómago no es una bolsa rígida, sino un órgano diseñado para estirarse. A través de un reflejo llamado “acomodación gástrica”, el músculo liso se relaja para crear espacio sin aumentar la presión interna.
Además, la textura importa. Los postres suelen ser blandos (como helados o mousses) y ricos en azúcar, lo que requiere muy poca digestión mecánica. A diferencia de las proteínas y grasas del plato principal, los azúcares se vacían del estómago rápidamente, dando la sensación física de que son fáciles de acomodar.
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El cerebro y la “saciedad sensorial específica”
Gran parte de la “culpa” la tiene el cerebro. Existe un fenómeno llamado saciedad sensorial específica: a medida que comemos lo mismo (por ejemplo, algo salado), el placer disminuye y nos sentimos “llenos” de ese sabor. Pero al introducir un perfil nuevo —dulce, ácido o cremoso—, el interés del cerebro se renueva y el sistema de recompensas se reactiva.
Esto se suma al “hambre hedonista”, que no busca calorías por necesidad, sino por placer. El azúcar es potente activando el sistema de dopamina, lo que puede anular temporalmente las señales de saciedad.
La trampa del tiempo
Finalmente, hay un factor de tiempo. Las hormonas que le dicen al cerebro “para de comer” (como la GLP-1) tardan entre 20 y 40 minutos en hacer efecto completo. Generalmente, decidimos comer postre dentro de esa ventana, antes de que el mensaje químico de saciedad total haya llegado a nuestro cerebro.
Así que la próxima vez que aceptes ese trozo de pastel a pesar de estar lleno, no te sientas culpable: simplemente estás experimentando una función normal y elegante de la biología humana.
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