“Creyentes sin iglesia”: Chile lidera la paradoja religiosa de América Latina
Un fenómeno regional descrito como “Sí a Dios, no a la iglesia” cobra fuerza en el país, donde la fe personal resiste mientras la afiliación institucional se desploma.
“Creyentes sin iglesia”: Chile lidera la paradoja religiosa de América Latina / Yana Iskayeva
América Latina, históricamente considerada el “corazón” del catolicismo mundial, atraviesa una transformación espiritual sin precedentes que desafía las viejas estructuras eclesiásticas. Un nuevo análisis publicado por The Conversation identifica esta tendencia como “Sí a Dios, pero no a la Iglesia”: un modelo donde la fe personal persiste y se adapta, mientras que la afiliación institucional se derrumba. En este escenario regional, Chile emerge como uno de los casos más dramáticos y avanzados de desinstitucionalización religiosa.
Según las investigaciones del sociólogo Matthew Blanton, la región no se está volviendo necesariamente atea, sino que está privatizando su fe. A diferencia de lo que ocurrió en Europa, donde la secularización trajo consigo el abandono de la creencia, en Latinoamérica —y particularmente en Chile— los ciudadanos están cortando sus vínculos con las jerarquías religiosas sin renunciar a sus convicciones espirituales. Este fenómeno de “creyentes sin pertenencia” reconfigura el mapa social, rompiendo con siglos de tradición donde ser latinoamericano era sinónimo de ser católico practicante.
El caso chileno: creer sin intermediarios
Uruguay, Chile y Argentina son los tres países menos religiosos de la región. Guatemala, Perú y Paraguay son los más tradicionalmente religiosos, con menos del 9% que se identifica como no afiliado.
The Conversation
Las cifras locales respaldan contundentemente esta tesis internacional. Datos recientes de la Encuesta Bicentenario UC (2024) y el Censo revelan una caída libre del catolicismo, que hoy representa a menos del 42% de la población, un mínimo histórico. Sin embargo, el dato clave para entender la “paradoja chilena” es que la creencia en Dios se mantiene alta (sobre el 70%).
Lo que ha cambiado es la confianza en la institución: un 84% de los chilenos afirma que “la fe se puede vivir sin pertenecer a ninguna iglesia”. Esta brecha entre la espiritualidad individual y la estructura religiosa se ha visto acelerada por la crisis de confianza derivada de los escándalos de abusos clericales y una cultura moderna que valora la autonomía personal por sobre los dogmas colectivos.
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Si bien el auge del protestantismo y las iglesias evangélicas explicó gran parte del cambio religioso en décadas pasadas, la tendencia actual apunta hacia los “sin afiliación” o “nones”. Este grupo, que en Chile ya bordea el 37% (especialmente fuerte entre los jóvenes menores de 34 años), no se define necesariamente por el ateísmo, sino por una espiritualidad fluida.
El análisis concluye que estamos ante el fin del monopolio institucional sobre lo sagrado. Para millones de personas, la iglesia ya no es el vehículo necesario para la salvación o la conexión divina, sino una estructura prescindible. El futuro religioso de la región, y de Chile en particular, parece dirigirse hacia una fe desregulada, personal y resistente a la autoridad tradicional.