El lado espiritual de Beethoven remeció al Municipal

Tres semanas después que el tándem Orquesta Filarmónica de Santiago-Roberto Rizzi Brignoli ofreciera una versión antológica de la Sinfonía “Heroica” de Ludwig van Beethoven como inicio de ciclo del Municipal de Santiago, se dio un paso más allá, al interpretar como programa de Semana Santa, la tremenda ‘Missa Solemnis’, auténtico testamento artístico del compositor alemán.

Esta pieza de 1824 muestra el lado más espiritual de Beethoven, y se nota que en su lenguaje está a un paso de la Novena Sinfonía, que efectivamente compondría poco después. Una obra maestra que no se toca muy a menudo en Chile, y por una razón práctica. Es muy, pero muy exigente para los coros. Y es la masa coral la gran protagonista.

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Afortunadamente, un tesoro que tiene el Municipal es su coro. Y acá, prolijamente preparado por Jorge Klastornick y Alejandro Reyes, funcionó al máximo de su nivel, lleno de fuerza, moviéndose entre lo celestial y lo dramático, respondiendo a la visión del maestro Rizzi-Brignoli, quien aunó todos los elementos de esta descomunal partitura. Un buen acierto fue que entre cada una de las cinco partes en que se divide la obra, se hiciera una breve pausa, y así no solo coristas podían tomar aire, sino también el público poder ir digiriendo mejor lo contundente del discurso musical.

En cuanto al cuarteto de solistas, la soprano Yaritza Véliz, que tuvo una magnífica participación en el concierto inaugural de esta temporada, se mostró incluso mejor, más compenetrada en esta obra. Su proyección y su sentido comunicativo se dejaron

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ver prístinos. La mezzo Evelyn Ramírez juega de local en este teatro, por su presencia constante en su oferta artística, y canta con esa convicción de ser parte de la casa. El tenor Gonzalo Quinchahual se mostró firme y seguro, muy musical, y buen manejo del material. El bajo Matías Moncada trató sus líneas vocales con la dosis justa de sensibilidad. Estas cuatro voces nacionales formaron un excelente equipo.

Como anexo, el concierto se inició con la Obertura ‘Trágica’ de Johannes Brahms. Fue un apronte, un calentamiento de motores, para lo que vendría después, pero que sirvió para lucir el excelente nivel de la Filarmónica de Santiago.