Orquesta Clásica del Maule inauguró su temporada celebrando el bicentenario de Anton Bruckner
El aplaudido concierto inaugural en el Teatro Regional del Maule contó con la participación del experimentado director de orquesta chileno Francisco Rettig.
Es uno de los aniversarios musicales más importantes de este año. En todo el mundo se celebra el bicentenario del compositor austriaco Anton Bruckner (1824-1896), cuyo gran legado descansa principalmente en su ciclo de nueve sinfonías numeradas, en las que exploró las riquezas de la música absoluta en el plano orquesta, y también en su música coral, como sus misas y su ‘Te Deum’. Todo en su conjunto lo revela como una especie de místico del periodo romántico, debido a lo profundamente religioso de todo su trabajo.
Curiosamente, en Chile su presencia en salas de concierto ha sido muy acotada, y es un tema que daría para toda una columna de opinión al respecto de porqué esta injusta ausencia. Por lo mismo, este aniversario tan redondo no dejará, lamentablemente, tantas oportunidades de explorar su música en las carteleras del país.
Una de las excepciones afloró en el concierto inaugural de temporada de la Orquesta Clásica del Maule, en el Teatro Regional de esa región, en el centro de Talca. Esta agrupación ha sido liderada, desde que se fundó hace 14 años, por el único director de orquesta chileno que se ha dedicado a estudiar en profundidad a Bruckner. De hecho, durante su carrera, el maestro Francisco Rettig ha dirigido ciclos completos de sus sinfonías, aunque no en nuestro país, tristemente.
Siendo que el conjunto maulino es de pequeño formato, se decidió hacer un adecuado saludo a Bruckner, incluyendo el Adagio del Quinteto de Cuerdas en Fa Mayor, en versión para orquesta de cuerdas.
Así, Rettig y sus dirigidos sumergieron al público en un trance espiritual, una interpretación profunda, que mostró que el fragmento se sostiene muy bien como obra en sí misma, y donde el director dejó ver su conocimiento del mundo sonoro del compositor. Es música que borra la percepción del tiempo, en que los intérpretes “se toman su tiempo” para desenvolver el discurso musical. Sin duda un momento significativo que se vivió en el recinto talquino.
El programa fue complementado por las ‘Tres Piezas Breves’ (1930), para quinteto de vientos, de Jacques Ibert, en que se pudo constatar el buen nivel de los solistas en maderas de la orquesta, y su gran química entre ellos.
Y finalmente, todas las cuerdas junto al maestro Rettig, volvieron al escenario para dar vida al magnífico ‘Divertimento’ de Béla Bartók, obra en que se juntan la vitalidad rítmica propia del compositor, su destilación de elementos folklóricos y un enfoque muy cercano a la tradición clásica. No es una pieza fácil de tocar, pero los músicos de la OCM sortearon el desafío plausiblemente bajo la certera guía del experimentado director chileno. Excelentes los solos del concertino Octavio Torres y del primer cello Alan Comicheo.
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