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Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro

Francisco Mouat revisa en ADN el libro del escritor peruano.

Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro

Francisco Mouat

Cuando se habla en Chile de literatura peruana, es común detenerse en los libros más celebrados de Mario Vargas Llosa, en los poemas de César Vallejo, en esa magnífica primera novela de Alfredo Bryce Echenique llamada Un mundo para Julius. Cuando yo pienso en literatura peruana, no puedo no empezar por la obra de Julio Ramón Ribeyro, muerto hace ya más de veinte años en Lima, pero cada más vivo entre sus lectores atentos.

Creo que lo mejor de la literatura de Ribeyro está en sus Diarios, escritos en Europa durante casi treinta años entre 1950 y 1978, y reunidos en el volumen La tentación del fracaso; en sus cuentos, agrupados ahora en dos tomos bajo el título La palabra del mudo; y en ese libro maravilloso llamado Prosas apátridas donde publica 200 textos sin título sobre los temas más diversos y en los que va construyendo una poética, un modo de mirar el mundo, la condición humana y su propia vida.

Prosa apátrida número 19:

"Al igual que yo, mi hijo tiene sus autoridades, sus fuentes, sus referencias a las cuales recurre cuando quiere apoyar una afirmación o una idea. Pero si las mías son los filósofos, los novelistas o los poetas, las de mi hijo son los veinte álbumes de las aventuras de Tintín. En ellos está todo explicado. Si hablamos de aviones, animales, viajes interplanetarios, países lejanos o tesoros, él tiene muy a la mano la cita precisa, el texto irrefutable que viene en socorro de sus opiniones. Solo tiempo más tarde se dará cuenta de que esas explicaciones tan simples no casan con la realidad y que es necesario buscar otras más sofisticadas. Pero esa primera versión le habrá sido útil, como la placenta intrauterina, para protegerse de las contaminaciones del mundo mayor y desarrollarse con ese margen de seguridad que requieren seres tan frágiles".

Prosa apátrida número 180:

"No creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras. La vida, nuestra vida, es la única, la más grande aventura. El empapelado de un muro que vimos en nuestra infancia, un árbol al atardecer, el vuelo de un pájaro, aquel rostro que nos sorprendió en el tranvía, pueden ser más importantes para nosotros que los grandes hechos del mundo. Quizás cuando hayamos olvidado una revolución, una epidemia o nuestros peores avatares, quede en nosotros el recuerdo del muro, del árbol, del pájaro, del rostro. Y si quedan, es porque algo los hacía memorables, algo había en ellos de imperecedero, y el arte solo se alimenta de aquello que sigue vibrando en nuestra memoria".

A los que fuman y quieren compañía literaria mientras echan bocanadas de humo, les sugiero leer su cuento "Solo para fumadores", y a los que no fuman, que lean su cuento "Dirección equivocada".

Cuando se hable en la segunda mitad del siglo 21 de literatura peruana, no va a ser fácil ignorar el nombre y la obra de Julio Ramón Ribeyro.

La tentación del fracaso, La palabra del mudo y Prosas apátridas, de Julio Ramón Ribeyro, de la editorial Seix Barral.

ADN

 

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